Montesinos y Betancourt
por Jorge Bruce (*)
El destino, con su habitual ironía, expuso en la misma semana al gran corruptor Vladimiro Montesinos, quien tenía el cuajo de presentarse en el tribunal como M -la jefa de James Bond en el servicio de Inteligencia británico-, un extraordinario oficial de Inteligencia, negándose a dar detalles -que luego dio- porque la ley (¡!) se lo prohíbe, y al Ejército colombiano. Este último liberó a Ingrid Betancourt y a 14 rehenes más del horrendo cautiverio de las FARC (para las que Montesinos había trabajado, proporcionándoles armas y probablemente colaboración en el narcotráfico). Si alguien no se había percatado del ridículo simulacro de encubrimiento que el asesor había interpretado ante las cámaras y la mirada entre deleitada y fascinada de su compinche, el operativo Jaque puso en evidencia lo patético y endeble de su "argumentación". La única operación militar que Fujimori y Montesinos podrían haber reivindicado para la historia es la de Chavín de Huántar, donde los comandos peruanos rescataron de manera impecable y con un coraje admirable, a los rehenes de la Embajada del Japón, de manos del MRTA. Desgraciadamente, esa brillante intervención se vio empañada por la ejecución de los terroristas rendidos. Quizás el mensaje que Montesinos y su socio pretendían enviar era de firmeza y amenaza (recuerden el paseíllo de Fujimori por las escaleras sembradas de cadáveres), pero lo único que consiguieron fue debilitar a las Fuerzas Armadas y fortalecer al terrorismo, que no pedía otra cosa que deslegitimar al Estado. Sin embargo, acaso en un desliz inconsciente, Montesinos se acogió a la razón de Estado para justificar sus crímenes.
En cambio las Fuerzas Armadas colombianas, sin una sola baja, recurriendo a una metodología que las propias FARC habían utilizado para secuestrar a un grupo de diputados que después asesinaron, realizaron una hazaña que los israelíes han calificado como un Entebbe colombiano, en alusión a la célebre operación de rescate realizada por los comandos de ese país en Uganda. Lo más importante, fuera de la inmensa alegría que nos ha producido la liberación de Ingrid y los hombres a su lado, es la demostración palmaria de que el trabajo de inteligencia -la auténtica, no la grotesca farsa representada por Montesinos en la Diroes- hace avanzar la causa de la libertad, los derechos humanos y el imperio de la ley, cosa imposible mediante la violencia tanática. Es, pues, una aliada invalorable para la seguridad y el desarrollo.
Ante esa demostración, la polémica acerca de si se habría pagado soborno para liberar a los secuestrados es irrelevante. Es legítimo, si fuera el caso, comprar terroristas a cambio de una liberación que era un clamor mundial, dado que Ingrid simbolizaba, en elocuente oxímoron, la libertad encadenada. Uribe no es un ángel, lo sabemos. La tentación autoritaria y narcisista lo acosa, como a casi todos los mandatarios (sigan mi mirada). Ahora que los ánimos se están caldeando, sería útil que nuestro líder máximo recuerde que, desde una posición de poder, la violencia verbal es tan peligrosa como las piedras que obstruyen las carreteras. Le doy un consejo y un truco. El consejo: cada vez que sienta el impulso de agredir o denigrar a quienes osan desafiarlo, acuérdese de Montesinos gesticulando como un torero enloquecido en el estrado del tribunal. El truco: respire hondo y repita la palabra "colombroño", como si fuese un mantra, hasta que se le apacigüe la soberbia. No tiene pierde.
El destino, con su habitual ironía, expuso en la misma semana al gran corruptor Vladimiro Montesinos, quien tenía el cuajo de presentarse en el tribunal como M -la jefa de James Bond en el servicio de Inteligencia británico-, un extraordinario oficial de Inteligencia, negándose a dar detalles -que luego dio- porque la ley (¡!) se lo prohíbe, y al Ejército colombiano. Este último liberó a Ingrid Betancourt y a 14 rehenes más del horrendo cautiverio de las FARC (para las que Montesinos había trabajado, proporcionándoles armas y probablemente colaboración en el narcotráfico). Si alguien no se había percatado del ridículo simulacro de encubrimiento que el asesor había interpretado ante las cámaras y la mirada entre deleitada y fascinada de su compinche, el operativo Jaque puso en evidencia lo patético y endeble de su "argumentación". La única operación militar que Fujimori y Montesinos podrían haber reivindicado para la historia es la de Chavín de Huántar, donde los comandos peruanos rescataron de manera impecable y con un coraje admirable, a los rehenes de la Embajada del Japón, de manos del MRTA. Desgraciadamente, esa brillante intervención se vio empañada por la ejecución de los terroristas rendidos. Quizás el mensaje que Montesinos y su socio pretendían enviar era de firmeza y amenaza (recuerden el paseíllo de Fujimori por las escaleras sembradas de cadáveres), pero lo único que consiguieron fue debilitar a las Fuerzas Armadas y fortalecer al terrorismo, que no pedía otra cosa que deslegitimar al Estado. Sin embargo, acaso en un desliz inconsciente, Montesinos se acogió a la razón de Estado para justificar sus crímenes.
En cambio las Fuerzas Armadas colombianas, sin una sola baja, recurriendo a una metodología que las propias FARC habían utilizado para secuestrar a un grupo de diputados que después asesinaron, realizaron una hazaña que los israelíes han calificado como un Entebbe colombiano, en alusión a la célebre operación de rescate realizada por los comandos de ese país en Uganda. Lo más importante, fuera de la inmensa alegría que nos ha producido la liberación de Ingrid y los hombres a su lado, es la demostración palmaria de que el trabajo de inteligencia -la auténtica, no la grotesca farsa representada por Montesinos en la Diroes- hace avanzar la causa de la libertad, los derechos humanos y el imperio de la ley, cosa imposible mediante la violencia tanática. Es, pues, una aliada invalorable para la seguridad y el desarrollo.
Ante esa demostración, la polémica acerca de si se habría pagado soborno para liberar a los secuestrados es irrelevante. Es legítimo, si fuera el caso, comprar terroristas a cambio de una liberación que era un clamor mundial, dado que Ingrid simbolizaba, en elocuente oxímoron, la libertad encadenada. Uribe no es un ángel, lo sabemos. La tentación autoritaria y narcisista lo acosa, como a casi todos los mandatarios (sigan mi mirada). Ahora que los ánimos se están caldeando, sería útil que nuestro líder máximo recuerde que, desde una posición de poder, la violencia verbal es tan peligrosa como las piedras que obstruyen las carreteras. Le doy un consejo y un truco. El consejo: cada vez que sienta el impulso de agredir o denigrar a quienes osan desafiarlo, acuérdese de Montesinos gesticulando como un torero enloquecido en el estrado del tribunal. El truco: respire hondo y repita la palabra "colombroño", como si fuese un mantra, hasta que se le apacigüe la soberbia. No tiene pierde.
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21.
Ojo a la siempre inteligente columna de Jorge Bruce.
Bien haría el Tobi local en seguir su consejo porque, como el sabe, desde el moqueguazo, la Magdalena no esta para tafetanes.
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