lunes, 24 de diciembre de 2007

EN BUSCA DE LA UNIDAD PERDIDA





Lo que más une a los peruanos por Jorge Bruce (*)
En el viaje inaugural del tren de alta velocidad entre Madrid y Valladolid, el primer ministro español, Rodríguez Zapatero, declaró: "Hoy hemos ganado tiempo al futuro, un futuro que debe ser incluyente y que debe alcanzar a todos los ciudadanos, a todos los grupos sociales y que haga justicia a todos los territorios". Luego agregó algo que, junto a lo anterior, podría ser lema de cualquier gobierno y no solo del Ministerio de Transportes y Comunicaciones: "Lo que más une a los españoles, lo que mejor vertebra y cohesiona el territorio es la construcción de infraestructuras de este tipo y la mejora de las comunicaciones". El premier Del Castillo acaba de hacer unas declaraciones análogas, en el distrito de Pichari, en la turbulenta zona del Valle de los ríos Apurímac y Ene. Ahí anunció la construcción de una carretera que unirá al VRAE con la costa. También prometió obras de electrificación y acceso a Internet. Añadió que el nuevo gabinete facilitaría ese tipo de obras, vía el incremento en el gasto social: "la inversión en la gente, en las mujeres y en los niños". Ojalá que así sea. El problema es que casi nadie le cree. En cambio todos le creemos cuando afirma, en esa misma localidad: "la única manera de lograr el desarrollo social es a través de la estabilidad económica que permita que haya más inversionistas que paguen más impuestos".
Acaso ese sea el más grave riesgo que deberá enfrentar el nuevo gabinete. La percepción generalizada de que los cambios en el equipo inclinarán aún más su estilo de juego hacia la banda derecha. Lo cual resulta tan complicado, dada la tendencia vigente, que para lograrlo tendrían que salirse de la cancha. Por supuesto, no se debe evaluar sobre la base de prejuicios. Incluso, siempre hay una parte infantil en cada uno de nosotros que quisiera dejarse llevar por la magia de Navidad, por muy pervertida que esta se encuentre. Así, cuando el flamante ministro Flores-Aráoz declara ser un converso de la CVR, se enciende una tenue lucecita en el árbol (intermitente, es cierto). Cuando Mario Pasco, el nuevo titular de Trabajo, asegura que sabe diferenciar la tarea política de la empresarial o académica, tiendo a confiar en ese deslinde oportuno, que rara vez un funcionario ha expresado con semejante precisión conceptual. En Justicia, entusiasman las posiciones firmes de la ministra Fernández respecto de la pena de muerte o la lista persecutoria que pretendía publicar el presidente García. Sin embargo, prevalece la impresión de estar ante un grupo convencido de la máxima: "lo que es bueno para la gran empresa, es bueno para el país". El Nobel Stiglitz ha demostrado con ejemplos elocuentes -como el del concesionario portuario, al que le convenía la lentitud en el servicio porque el verdadero negocio era el centro comercial en el puerto- que esta es una falacia extendida.
Como en el caso de Wong, el problema no es que se enriquezca un grupo chino-peruano o uno chileno-alemán. Es la confianza depositada en un vínculo personal la que se ve amenazada. Los gabinetes no solo deben ser competentes o buenos comunicadores, como los exhorta Alan García. Deben ser capaces de producir una identificación afectiva, a través de obras que unan a los peruanos, claro está, pero también demostrando, con sus acciones y su discurso, que su corazón late por los más pobres y necesitados, antes que por los más ricos y privilegiados. No veo mejor regalo de Navidad para el país.


(*) Aparecido en su columna del diario Perú21

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