Las fisuras del cinismo por Jorge Bruce (*2)
Acaso la gran diferencia entre la situación de los reos Montesinos y Fujimori sea que mientras aquel se encuentra en una soledad casi total, este cuenta con una corte que lo adula y tranquiliza, repitiéndole encantamientos al oído: que el Perú está en deuda con él, que son los caviares los que lo persiguen, que el Gobierno está para ayudarlo, que no se preocupe porque los dos vicepresidentes y por lo menos un ministro son sus aliados incondicionales, etcétera. Como prueba de esto último, le harán notar que tanto el canal 7 como El Peruano están minimizando la noticia de sus juicios hasta los límites de la indecencia. De este modo, se crea una suerte de colchón aislante y, con la ayuda de la gritería de la portátil naranja en las inmediaciones, le hacen creer que las cosas están bien encaminadas y que pronto, antes de lo que se imagina, estará libre por las calles del Perú, recibiendo el afecto de sus millones de simpatizantes, esos que votaron masivamente por su hija Keiko en la última elección. El plan está funcionando, presidente -le repiten como un mantra-, el plan está funcionando.
La primera audiencia, en donde el fiscal Peláez no estuvo a la altura de su rol, lo debe de haber confortado en esa creencia y por eso se permitió una serie de desplantes al tribunal (respuestas altaneras, gritos destemplados, poses autosuficientes), de paso que enviaba un mensaje de confianza y autoridad a sus partidarios: el 'Chino' ha vuelto y está recargado. La Razón tituló con alborozo: "Fujimori gana el primer round". Por una vez, decían la verdad. Pero en la segunda audiencia el fiscal Guillén reemplazó a Peláez y, de nuevo, Fujimori debe de haber sentido que algo no andaba bien. Del trato dubitativo y algo medroso de "Señor presidente, perdón, ex presidente" que había recibido en la primera sesión, se pasó a "Acusado Fujimori, yo pregunto y usted solo contesta". En la primera audiencia el procesado se comportó como Al Pacino en El Padrino II cuando, ante la insistencia de su esposa en que le dijera si había mandado matar a su propio hermano, le responde con glacial desvergüenza: "mírame a los ojos que te lo voy a decir por esta única vez: no." Cosas del azar, en la segunda el guion cambió sin previo aviso. Lo cual reveló ante los ojos de los peruanos la importancia de una adecuada representación del Ministerio Público. No se puede permitir que el acusado elija el rol que le dé la gana, representando, a vista y paciencia de la teleaudiencia, la ilusión de la época dorada en que él y su cómplice Montesinos manejaban casi todos los hilos del poder -particularmente el Judicial- en el país. Por eso era indispensable que se restablezca la jerarquía correspondiente a la situación.
Finalmente, al no ser juez, fiscal ni abogado, me incumbe señalar otros aspectos de este ejemplar escenario público. Como psicoanalista, no ha llamado mi atención ese despliegue cínico marcado por la negación, el silencio y el descaro. Es lo que se espera de un comportamiento psicopático. Pero incluso en esa estrategia, funcional a una personalidad en la cual los otros son piezas descartables, es chocante -y reveladora- la imperturbable ausencia de compasión o interés por la suerte de las víctimas o el dolor de sus familiares, a quienes mira como si fueran los cadáveres de los militantes del MRTA en la escalinata de la Embajada del Japón. Como diciendo: "ellos se lo buscaron". Gracias al fiscal Guillén, estos le pueden ahora retornar la frase y la mirada con serenidad, sin soberbia y, sobre todo, con la fuerza de la justicia.
(*1) Así como se hizo un ringtone con el ¿por qué no te callas? del Rey de España, también ahora hay uno con el "soy inocente" de Fujimori.
(*2) Aparecido en su columna del diario Perú 21
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