jueves, 13 de diciembre de 2007

NO ES FACIL VIVIR por Guillermo Giacosa (*)





No es fácil vivir (1)
En estos últimos días hemos publicado, en una nota, sobre los suicidios entre los campesinos de la India que no pueden afrontar sus deudas ni superar la situación que los postra y, en otra, mencionábamos un estudio de la CBS News de los EE.UU. que revelaba el alto índice de suicidios entre los soldados en actividad en Irak y entre los veteranos del mismo conflicto. Para mí, hablar de veteranos siempre ha evocado a personas de avanzada edad. Si para usted es lo mismo, le recuerdo que, en la mayoría de estos casos, hablamos de personas de entre 20 y 24 años. Ahora, una nota publicada por el diario Le Monde de París revela no ya los suicidios sino los gravísimos trastornos psíquicos que padecen quienes permanecen o regresan de la guerra. La información está tomada, para que no queden dudas, del Journal of American Medical Association. Las cifras, como en el caso de los suicidios, son espeluznantes y uno no puede menos que pensar que el afán de lucro ha cegado a las autoridades estadounidenses a tal extremo que son incapaces de ver el daño que, a la larga, están haciendo a su propio país. No hablo ya del prestigio internacional del mismo, que hoy está por los suelos. Hablo de los dramas que se agudizan en el interior de una sociedad que, además de haber aumentado en más cinco millones el número de pobres durante la administración Bush y de tener los peores servicios médicos de los países ricos, alberga un número cada vez mayor de personas con serias alteraciones mentales. Usted me dirá que ese es un lujo que EE.UU. se puede permitir. Quizá. Pero no olvide que las tensiones sociales se acumulan y terminan pasando factura. No siempre podrán vivir culpando a los extranjeros o al demonio -que algunos de ellos encarnan- de sus males.
Regresando a la nota que inspira este comentario, la misma revela un estudio realizado, entre junio de 2005 y diciembre de 2006, sobre 88,235 soldados, el 64% en activo y el 36% reservistas, lo cual permitió comparar los diagnósticos de los médicos militares inmediatamente después de su regreso de Irak y seis meses más tarde. En la primera consulta solo se prescribe atención psiquiátrica al 4.4%. Seis meses más tarde (después del regreso), el 20.3% de los militares en activo y el 42.4% de los reservistas y de los miembros de la guardia nacional "necesitan un tratamiento psíquico" asociado a su experiencia iraquí. Los conflictos entre estos soldados y sus familiares y amigos aumenta del 3.5% al 14% en los militares en activo y del 4.2% al 21.1% entre los reservistas. "El estrés postraumático pasa en los dos grupos del 11.8% al 16.7% y del 12.7% al 24.5%, respectivamente. En el periodo de seis meses, hay dos veces y media más de soldados y 3.5 veces más de reservistas afectados de depresión". A ello debe agregarse el alcoholismo que se genera y que no está considerado en esos informes médicos.
Si ya no es fácil vivir en este mundo de violencia y desigualdades, cuánto más difícil será afrontarlo después de haber visto o sido actores del destripamiento de otros seres humanos.



No es fácil vivir (2)
Señalábamos ayer, citando un estudio publicado por la Journal of American Medical Association, que los problemas psiquiátricos que padecen los soldados en actividad y los veteranos de la guerra de Irak son mucho más serios de lo que se ha considerado hasta el presente.
El alcoholismo agrava aún más la situación, y este no suele figurar en los informes médicos. Es decir, en realidad no se puede medir en toda su amplitud el daño psíquico que la guerra ocasiona y, mucho menos, sus consecuencias sociales.
Esta situación beneficia a los gobernantes que, republicanos o demócratas, pueden seguir con sus juegos bélicos con el solo, triste y gastado argumento de anunciar alguna amenaza exterior (como en algún momento lo fueron Nicaragua o la minúscula isla de Granada) y llamar, así, al patriotismo en un país donde la industria de confeccionar banderas, banderitas y símbolos patrios debe ser una de las más lucrativas.
Las cifras que cito a continuación son alucinantes: "De los 24 millones de veteranos de Estados Unidos (que equivale al 90% de la población total del Perú) que han pasado por una o varias guerras, hay 500 mil que se encuentran hoy sin domicilio fijo. Solo 400 ex combatientes de Irak están inscritos en una agencia de ayuda y 1,500 están en un estado considerado muy degradado, pero muchos son reacios a ser registrados. Un nuevo fenómeno es la notoria proporción de mujeres entre estos 'sin techo' (el 11%, mientras que solo representan el 4% del total de veteranos). Alrededor del 40% de ellas afirma que ha sido víctima de agresión sexual durante su servicio en Irak".
Y subraya la nota del diario Le Monde que citábamos ayer: "Las asociaciones de socorro pronostican un próximo tsunami. La 'degeneración' de un veterano -problemas psiquiátricos, pérdida de empleo, divorcio...- lleva años", señalaba Phil Landis, director de un hogar para antiguos combatientes en San Diego (California). No obstante, en los soldados que vuelven de Irak, "el deterioro es más rápido que en el caso de los veteranos de Vietnam".
Le Monde agrega: "Muchas asociaciones y representantes políticos piensan que habría que revisar todas las medidas de ayuda a estos soldados. Un estudio reciente indica que, si las asumieran los poderes públicos y las compañías de seguros, el coste sanitario real de Irak sobrepasaría, a largo plazo, el de la propia guerra. Tricare, el seguro médico de los reservistas desmovilizados, está 'mal equipado y desbordado', señala el profesor Milliken, y este servicio solo se ofrece a los veteranos durante los seis meses siguientes a su desmovilización".
Y si, luego de revisar las políticas de asistencia a los soldados, lo cual es justo, Estados Unidos decidiera abandonar la conducta belicista que lo acompaña desde su surgimiento como nación independiente, y empleara sus grandes y valiosas energías en consolidar la paz mundial -contribuyendo a crear un orden más justo y humano-, no creen que de ese modo podría no solo ganarse el respeto universal, sino vivir una existencia que degrade menos su condición humana.


(*) Aparecido en su columna del diario Perú21

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