jueves, 6 de diciembre de 2007

REFLEXION PARA NAVIDAD








La Navidad y el suicidio por Fernando Maestre (*)
Todos los años, cuando se acercan estas fiestas, constatamos el aumento de reacciones atípicas de salud, la aparición de síntomas y hasta el brote de enfermedades. Todo ello está vinculado a la Navidad y al Año Nuevo.
Las consecuencias de estos cambios emocionales los habremos de constatar al contabilizar las desgracias o al ser actores principales de los sufrimientos que no esperábamos, pero que nos llegaron en diciembre.
Este mes genera muchas movilizaciones emocionales. Causas: el cambio de clima. La llegada del sol hace que muchos se sientan alegres y dispuestos a ir a la playa o mostrar sus cuerpos. Se recuerdan amores de verano y se confirma que hemos subido de peso, que tenemos celulitis y que, en general, burlamos toda norma estética.
En el campo de lo mental, las cosas se ponen más complejas de lo que son. El nuevo calendario nos hace pensar que otro año de nuestras vidas se fue, un nuevo año cae y nos preguntamos si tuvimos éxito. ¿Entré a la universidad? ¿Me jalaron? ¿Seguiré arrastrando otro año de infelicidad? ¿Encontré trabajo? ¿Me logré divorciar?
Inevitablemente, el cumplir años o cambiar de calendario impulsa a la puesta al día y a concluir sobre lo que hemos avanzado o lo que nos falta por hacer.
La Navidad no se queda atrás: remueve los recuerdos y las nostalgias de todos. Es una fecha que obliga a ciertas lealtades pues, para muchos hombres (o mujeres), el día 24 no pueden dividirse en dos, tal como se podía hacer a lo largo del año. A la medianoche hay una cita infaltable con los hijos, con los padres y con la familia clásica.
Pero también habrá que pensar en aquellos amores prohibidos que, aunque sean prohibidos, se sostienen con vehemencia en el corazón de muchos, y que saben que a esa hora crítica solo pueden estar en un sitio, y ese sitio no es otro que al lado de la familia.
La presión psíquica que todas estas emociones conlleva difícilmente dejará de producir sus marcas en las personas. Así aparece la 'reina de la fiesta': la depresión. Ese estado de ánimo suele mostrarse con diversas caras: cólera, violencia, mal humor y la secreta maldición de constatar, en estas fiestas, que no podemos ser Dios, que no podemos estar en dos lugares a la vez, que no podemos dejar de cumplir años, que no podemos evitar que el tiempo pase, ni tantas cosas, etc.
Algunos escupen al cielo y se suicidan. Otros buscan de modo inconsciente accidentarse, tomar excesivo sol, drogarse, ahogarse o cualquier otro pretexto para dejar este mundo.
Hay que entrar a estas fechas aceptando todas nuestras limitaciones y comprendiendo que no podemos evitar que el mundo gire, que el reloj marque las horas ni que el tiempo deje huellas profundas sobre nuestra piel.



(*) Aparecido en su columna del diario Perú21

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