Prohibido controlar por Raúl Wiener (*)
Como poner algún control a los precios es un pecado de leso primer alanismo y la especulación no existe constitucionalmente, el gobierno no hace nada frente a la carestía que se vive en los mercados y la cadena de ajuste que se está produciendo en el resto de la economía. La teoría que nos ha regido estos años afirma que los precios tienen que equilibrarse por efecto de la oferta y la demanda, y que si eso no ocurre es porque alguien metió las manotas del Estado en el proceso. Como en estos años hemos tenido ortodoxia hasta el empacho, y todo intento de intervención ha sido atacado desde todos los flancos posibles, debería suponerse que aquí no pasa nada y que lo que vemos es una inevitable turbulencia. Es lo que dice Carranza, cuando anota que estamos ante una carestía importada y que al maíz y al trigo les va a meter subsidios como los que se están usando para el petróleo, o sea que va a regalar dinero a los polleros y al Grupo Romero. Aldo M ha avalado esta política de no tener políticas y amenazado con retirar el respeto que ahora tiene por García si cambia a su ministro de economía. El hecho es que la gente no opina de la misma forma, no tanto por chavista o humalista, sino porque siente que cada día que va al mercado encuentra una nueva alza y que lo que subió hace dos semanas está volviendo a subir, y así sucesivamente. La teoría del buen Carranza, según la cual estamos en una “inflación de alimentos”, que no se extendería a otros sectores con mayor productividad que pueden ajustar sus utilidades, no se está cumpliendo para nada. Cada empresa está programando sus cotizaciones para plazos cada vez más cortos y ajustando sus precios de acuerdo a las variaciones que está anticipando. Eso está a la vista mientras el presidente busca armar debates sobre la recaudación municipal, el perro de la SUNAT y las ineficiencias del Congreso. Como es obvio, los neoliberales más coherentes (no como Aldo M) se han empezado a preocupar del desorden que brota por todos lados. Y ahí es dónde podemos ver para lo que sirven ciertas teorías. En 1990, en medio de la tempestad de la hiperinflación, los ortodoxos encabezados por el actual amigo del APRA, Mario Vargas Llosa, decían que había que hacer un fuerte shock de precios, secar de moneda nacional la economía y luego liberalizar los precios. Con la gasolina a 30 veces el precio anterior y todos los precios principales a la suba, y con la gente sin dinero, la inflación tuvo que morir en cierto tiempo. Las empresas y pequeños productores tuvieron que vender aunque sea a pérdida. El empleo y los salarios se desplomaron. Y los neoliberales pudieron decir: ya ven, la inflación es monetaria, quito moneda y ya no suben los precios. Hoy, después de 18 años, están volviendo a revisar los libros y concluyen: la inflación es monetaria, ¿y qué me hago con eso? Que el BCR no compre más dólares, aunque el billete verde se vaya a 2 soles. Que se ajuste el gasto, aunque la plata se quede en el MEF. Cualquier cosa que no sea intervenir, controlar, gobernar. ¿Y ustedes creen que eso detendrá las alzas? Prueben, y van a ver.
(*) Aparecido en su columna del diario La Primera
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