sábado, 15 de marzo de 2008

MODA RETRO: ESTAMOS EN LOS OCHENTAS


Cuando el optimismo causa inflación
En reciente intervención del ministro de Economía y del presidente del BCR, no se sabe si quieren transmitir que la economía va bien o que hay que empezar a preocuparse por la crisis.Dicen que la inflación en algunas provincias ya se acerca al 10%. Las encuestas señalan un malestar general por los altos precios de los alimentos. Pero Carranza ha dicho que si esta situación fuera causal para su renuncia, entonces tendrían que renunciar antes que él, más de cien ministros en diversos países del mundo. Según el presidente García, habrá que esperar a octubre para que acabe la anormalidad de precios que hoy se observa en los mercados, especialmente en los productos de primera necesidad que representan la mayor parte de la canasta de las familias más pobres, y que hay que descartar totalmente la aplicación “absurda y desesperada” de subsidios. El ministro de Economía ha afirmado, a su vez, que estamos viviendo una inflación de alimentos que no se traslada a otros rubros de la economía por la modernización de los otros sectores y, dado que es un asunto focalizado, anunció la probable creación de un “fondo de estabilización” similar al que existe para contener la subida interna del precio de los combustibles. Es decir planteó utilizar los subsidios, para ayudar a su política de rebaja de aranceles que no está dando resultados en frenar la carestía. Finalmente, el presidente del BCR ha dicho que está de acuerdo con todo lo que sostiene el ministro, pero que el problema que ve es el excesivo optimismo del sector privado que está moviendo el dinero a mucha velocidad, acelerando la inflación, por lo que ha sugerido frenar la expansión del crédito, pues si no se hace “habrá que aplicar acciones demasiado duras”. Son tres conceptos distintos en un mismo gobierno, que muestran crudamente cuán poco se ha aprendido de la gran crisis de los 80. Y lo más curioso es el cambio de sillas de diversos personajes: el antiguo heterodoxo García apostando a la paciencia y a que el Estado no intervenga en la economía; el fiscalista Carranza propugnando gastar más; y el pepecista Velarde pidiendo ajuste, antes que sea demasiado tarde.¿Dónde está la verdad en todo esto? Se puede decir que la confusión de los actores es un elemento de anticipación de los problemas. Así ha sido en otras crisis. Hoy se puede leer que los sabios del neoliberalismo dicen algo diferente cada uno sobre lo que está pasando: que 5 o 6 puntos de inflación no es nada, que se debe retirar soles del mercado (y lanzarse a la recesión) porque la inflación siempre es monetaria; que se defienda el precio del dólar y que no se defienda; que demos la buena cara y las seguridades para que la gente no se asuste; que la inflación se debe al exceso de optimismo que tumba el ahorro y endeuda a la gente y a las empresas. En realidad todo este despelote mental no hace sino demostrar que los neoliberales estaban corriendo olas en el crecimiento de la economía global y que, al encabritarse el mar, no saben si esperar, seguir adelante, retroceder, mantener el dogma, violarlo, etc. Lo que es verdad es que era previsible que hubiera contracorrientes y no nos preparamos para ello. Y en lo interno es claro que la correlación social de los 90, que fue la muerte de toda expectativa de mejora de los ingresos a cambio de estabilidad (que iba acompañada de la destrucción sistemática de todas las formas de organización social) ha cambiado, lo que es efecto del mismo relumbrón del crecimiento -que es como decir todos los días que las empresas están muy bien cuando la gente la pasa mal-, y de la paciencia que se agotó de tanto esperar el chorreo económico. La inflación en los mercados no está diciendo otra cosa que se está debilitando la fe en el modelo. Pronto las empresas van a subir precios para protegerse de lo que pierden por los costos que suben y el dólar que baja; los trabajadores van a exigir mayores mejoras para defender sus ingresos; los intermediarios van a recargar los precios. Eso se está insinuando y el gordo Velarde lo está viendo, pero tiene tan poca autonomía que nada hace. Y Carranza está calculando darle algún impulso más al carro del crecimiento antes que se le revienten las ruedas. ¿Cómo haremos para que no terminemos en la purga de un brutal ajuste como hace veinte años? Sin aranceles, nada que negociar La reciente rebaja o eliminación de aranceles dispuesta por el gobierno, afecta en forma directa al sector agropecuario, lo deja sin piso y destruye la franja de precios, ya que muchos de los productos ya llegaron a un arancel igual a 0%. Esta rebaja afecta los procesos de negociación comercial del Perú, como es el caso de México, que ya no quiere sentarse a la mesa. También afecta a las negociaciones con China, con la Unión Europea, entre otros. Es decir, muchos países van perdiendo el interés en tratar con el Perú, porque ahora pueden vendernos sin recargos, sin bajar sus propias protecciones. Miremos al caso de Chile que, a pesar de tener más de 30 acuerdos de libre comercio, mantiene un arancel uniforme de 6% y este nivel lo viene negociando con todo el mundo, excepto para sus productos bajo franja de precios, que tienen aranceles más allá de 90% (azúcar). Es decir son coherentes en su política y, lo más importante, al menos tiene algo que ofrecer en sus negociaciones aun cuando su arancel efectivo esté en 2% por los diversos acuerdos suscritos con casi todos sus socios comerciales.En el Perú se piensa que con esta medida de rebajas arancelarias vamos combatir la inflación. Primero que analicen qué porcentaje de la estructura del costo de las importaciones tiene que ver con el arancel y verán que este es marginal y que no tiene mayor incidencia en el costo de las importaciones. Por eso en el caso del trigo se tumbó el arancel, pero no bajaron ni el pan ni los fideos. Sólo creció la cuenta de los Romero. Raúl Wiener

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