El gobernador y la prostituta por Roberto Lerner (*)
El escándalo protagonizado por el ex gobernador de Nueva York Spitzer y por una prostituta pone en el tapete la nada equilibrada actitud de EE.UU. frente a la sexualidad.
Los medios ponen sobre el tapete las conductas cuestionables de un gobernador que ha sido investigado por una serie de delitos relacionados con la prostitución.
Estados Unidos es un país donde la conducta sexual de sus líderes siempre ha producido asaltos a la posición que ocupan, muchas veces con éxito, y en un caso emblemático -el presidente Clinton- no (aunque ocupó las energías mediáticas, políticas y sociales durante mucho tiempo y mantuvo en vilo a toda la sociedad).
Por un lado, los norteamericanos son un pueblo que no logra tener una actitud madura frente al placer; vale decir, no lo ha incorporado de manera creativa, yendo de un extremo abstinente a uno orgiástico, de las prohibiciones histéricas a los libertinajes radicales. No es solamente la sexualidad. Lo mismo ocurre, más o menos, con las sustancias psicoactivas, la comida y otras actividades humanas que combinan potencial destructivo, necesidades mentales, requerimientos fisiológicos, espacios culturales, compartir y gozar.
Por el otro, hay que reconocer que, debido a lo anterior, por lo menos en parte, muchas figuras que construyeron su imagen, su liderazgo, su influencia y su credibilidad sobre la base de cruzadas morales -cancerberos de la ética empresarial, guardianes de la pureza infantil, serenos de la lealtad de pareja, enemigos a muerte del crimen en todas sus versiones-, sobre la base de actitudes inflexibles, radicales, sin matices -cruzadas y actitudes para las que hay siempre un público muy militante y comprometido-, terminan siendo practicantes devotos de las mismas herejías y ritos satánicos que persiguieron tan decididamente.
Es como si nuestro querido y admirado Harry Potter hubiera sido descubierto participando en el directorio presidido por Lord Voldemort, planeando el asesinato de Dumbledore, o algo por el estilo. Claro, todos sabemos que Potter y Voldemort están más cerca de lo que uno piensa -ya tuvimos al, en un momento, temido Sirius pasando de villano a bueno; a Dumbledore, al papá de Harry y a Voldemort en una cercanía adolescente perturbadora-.
Sí, el mal y el bien tienen vecindades angustiantes pero inevitables. Pero hay grupos y personas que aceptamos eso como una realidad de lo humano, como una de sus dimensiones más interesantes, apasionantes y potencialmente enriquecedoras. Y los hay, muchos en una sociedad como la norteamericana, que están convencidos de que el mal y el bien nunca se tocan.
El gobernador cayó y seguramente emprenderá una travesía del desierto o quizá se convierta en un militante del arrepentimiento, mejor si es público, que hará que la cámara de algún talk show vaya de su rostro compungido o extasiado a los ojos lagrimeantes de algún o alguna asistente al programa (¿se han dado cuenta, estimados lectores, de que eso es un elemento infaltable en todos los concursos y, en general, programas en vivo, últimamente?), o caerá en el olvido.
Pero hay, sin duda, un personaje que habrá encontrado, en esta circunstancia, la oportunidad para ascender. La hermosa prostituta, el vehículo de la falta, el instrumento del pecado, el atractor del deseo prohibido, se va a convertir, sin duda, por algún tiempo o, quizá por un lapso largo, en objeto de la imaginación y fantasía de los mismos medios -u otros- que sepultaron la carrera ascendente del gobernador y del mismo público que sufrió la decepción, o quizá otro.
Su vida será conocida, se le descubrirá cualidades, se accederá a todas las dimensiones de su humanidad -la que se ve y la que está oculta-, se le entrevistará en los programas más vistos, se le promocionará, se le pagará grandes sumas, es posible que se le ayude a escribir un libro, que aparezca en los circuitos de conferencias, que inicie una carrera artística, que brille un instante en el poblado firmamento de aquello que capta la atención de la siempre hambrienta opinión pública.
Un ejemplo más de la dinámica entre condena y salvación que domina la mente moderna en la sociedad que la expresa con más fuerza.
(*) Aparecido en el diario Perú21
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