sábado, 15 de marzo de 2008

RETRO VADE OCROSPOMA





San Felipe, un lugar digno donde vivir por Guillermo Giacosa (*)
El martes pasado estuve presente en el cacerolazo diario que a las 8 p.m. se produce en la Residencial San Felipe. Fui como periodista, como antiguo vecino y, por sobre todo, como ciudadano obsesionado por evitar que la ciudad se convierta en un zoológico más neurotizante de lo que ya es.
Cuando digo 'zoológico' no me refiero peyorativamente a sus habitantes sino al efecto que el zoológico produce en quienes están allí, cautivos. No hay relación entre el carácter de un animal enjaulado y el de un animal libre en su hábitat natural. Los animales enjaulados desarrollan conductas atípicas y neurosis que, en algunos casos, suelen acelerar su muerte.
De algún modo el ser humano, en ciudades demencialmente grandes como ya lo es Lima, no escapa, por su naturaleza animal y por su pasado en estrecho contacto con la naturaleza, a esta regla, y no son pocas las enfermedades físicas y psíquicas que tienen su origen en este vivir casi promiscuo al que nos obliga la gran ciudad.
San Felipe no solo es un monumento histórico representativo de la arquitectura y del urbanismo limeños del siglo XX sino que constituye, también, un espacio sabiamente pensado, donde construcciones y naturaleza se complementan armoniosamente, permitiendo no solo albergar a un gran número de familias -en edificios sólidos y seguros- sino poseer espacios verdes que protegen de la contaminación y aíslan -como es el caso de los árboles- de los ruidos. Más aún, San Felipe tiene una flora y una fauna propias y hasta una serpiente ciega que no se halla en otras partes. Es, en suma, un espacio urbano diseñado para la vida humana en los límites que esto es posible en el interior de toda gran urbe.
El alcalde de Jesús María, a quien no conozco pero supongo otro afiebrado paladín de un desarrollo que no sabemos a dónde conduce, a pesar de que sepamos a quién beneficia, pretende construir, en esa suerte de oasis sanfelipino, un nuevo centro comercial con cines, patios de comida y todos esos servicios que, según la lógica, deben ubicarse en áreas que no perturben la vida de quienes allí habitan.
Dicen los vecinos: se multiplicará el número de visitantes, los taxis y los micros harán colapsar las entradas a la Residencial, los jardines serán usados como áreas de camping, aumentará la delincuencia como sucede en los grandes centros comerciales, se depreciarán los departamentos, se afectará severamente la calidad de vida. Por otra parte, aseguran que cuentan ya con los servicios suficientes para sus necesidades.
Más allá de la confrontación entre el gran negocio y una vida digna, pues de eso se trata, me alegra la actitud firme y decidida con la que los vecinos de San Felipe han enfrentado el problema. La unión exhibida debe ser tomada como ejemplo por todos aquellos que defienden con justicia sus derechos. Esa unión, sólida, sensata y fundamentada, es la única barrera frente a la prepotencia del capital.
No se combate las inversiones, se combate sí aquellas inversiones que atentan contra los intereses del conjunto de la ciudadanía en beneficio de un pequeño grupo de especuladores.
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21.

En el momento de publicarse este comentario, el Alcalde deJesús María (no es chiste, se apellida Ocrospoma) había dado marcha atrás en su insano proyecto. Un ejemplo de los vecinos de Residencial San Felipe.

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