domingo, 9 de marzo de 2008

NUESTRO MUNDO BANANA





Reflexiones psicoanalíticas sobre la Cumbre de Río por Jorge Bruce (*)
Para un psicoanalista, observar el comportamiento de los presidentes latinoamericanos en la Cumbre de Río resulta un festín. Algunas notas de lo que pude ver en televisión:
Hugo Chávez, uno de los platos fuertes. Comenzó diciendo que él también sería breve, tal como lo había anunciado y cumplido su predecesora en el uso de la palabra, Michelle Bachelet. Conforme a los estereotipos nacionales, la presidenta chilena fue concisa, cuidadosa y parca. Puntual. Igualmente, Chávez fue exuberante, pero moderó su agresividad verbal. En vez de ser breve habló más de una hora. Bromista, abundó en detalles irrelevantes sobre su vida y se tomó confianzas con varios de los mandatarios presentes, a los que no solo tuteaba sino que trataba por su nombre de pila: ¿no Felipe?, ¿verdad Daniel?, ¿te acuerdas Evo?, ¿me permites Cristina? Etc. No obstante, se adivinaba una estrategia detrás de la espesa cortina de humo: tender un cerco de alianzas en contra de Uribe, a quien se le veía pálido y nervioso, con un aire de contador o escribano que contradicen su reputación de político duro y belicoso. El intento de Chávez parecía la clásica maniobra psicopática de aislar al adversario, dirigir la hostilidad del grupo en su contra y colocarse como el Mesías, eventualmente, en pareja con la llamativa Cristina, quien parecía encantada. Sin saberlo, encarnaban dos de los supuestos básicos, tal como denomina el psicoanalista Bion a los fantasmas subyacentes en los grupos: el del líder o Mesías y el de pareja.
En efecto, la presidenta de Argentina sonreía complacida ante las chanzas de Hugo, con un aire de anfitriona sobremaquillada que no hace honor a su inteligencia. No obstante, después se recuperó con una broma acertada acerca de las actitudes masculinas de Uribe, Correa y Chávez, a quienes trató indirectamente de histéricos, en comparación con las mujeres que lucían más racionales. Tenía razón. Además, su tomadura de pelo (prácticamente una interpretación psicoanalítica) relajó las tensiones y facilitó el acercamiento final, según El Tiempo de Bogotá. Un tácito homenaje por el Día de la Mujer.
El presidente Correa tenía la ventaja del agraviado, pero la desventaja del abrazo de oso, al estilo soviético-caribeño, de Chávez. Pero logró defender con firmeza los intereses de su país, en medio de fuertes intercambios verbales con Uribe, quien perdió los papeles cuando lo interrumpió diciéndole: "no me venga con ese cinismo de los nostálgicos del comunismo", frase que no venía al caso y cayó mal entre la concurrencia. Pero ya se advertía que Uribe se las trae y su falso aire de pequeño funcionario en realidad encubre el ego grandioso de algunos líderes de talla napoleónica (en cuestión de centímetros, se entiende). Sin embargo, afirmó ser un presidente "sin egos", lo cual es un contrasentido (solo los esquizofrénicos tienen más de uno) y, en el caso de un presidente, es como decir que es un felino vegetariano.
Luego la vehemente intervención de Uribe logró que hasta sus adversarios reconocieran su capacidad de respuesta, en el aislamiento en que se encontraba. Terminó encarnando el tercer supuesto básico, el de ataque y fuga (reproduciendo inconscientemente la escena del ataque al campamento de las FARC en Ecuador).
La telenovela de los abrazos ya fue puro folclore latinoamericano. Ningún problema fronterizo se resuelve en seis horas: ni en política internacional ni en psicoanálisis.


(*) Aparecido en su columna del diario Perú21

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