martes, 27 de mayo de 2008

MIXTURA DELIRANTE



Armas y biblias por Guillermo Giacosa (*)
En su libro La inteligencia emocional, Daniel Goleman cuenta el caso de una familia americana que, invitada a cenar en casa de unos amigos, decide contratar una 'baby sitter' para que acompañe a su hija de 14 años. Esta les hace desistir diciéndoles que lo mejor es que ella vaya a pasar la noche a casa de los vecinos como tantas otras veces. Los padres acceden y parten a su reunión. La niña se está alistando para instalarse en lo de su vecina, cuando suena el teléfono y es esta última, quien anula la invitación, pues acaba de fallecer su abuelo y deben ir a colaborar con los trámites propios de estas circunstancias. La niña, ante la disyuntiva de llamar a sus padres y fregarles la velada o quedarse solita con la puerta cerrada viendo televisión, opta generosamente por la soledad y la TV. Todo transcurre normal, hasta que la niña escucha que se está abriendo el garaje de la casa y decide jugar una broma. Minuto fatal, si los hay. Apaga las luces y se esconde en el clóset de su habitación. Los padres ingresan, van a su dormitorio y mientras se están cambiando para acostarse escuchan ruidos en la habitación contigua que era la que correspondía a su hija. En la convicción de que no había nadie en la casa, se activan las alarmas que residen en la parte más primitiva del cerebro. Y el padre, como buen gringo, tenía un arma en la casa. Empuña su revólver, se dirige a la habitación de su hija, enciende la luz y en ese momento ella salta del clóset y le hace un ¡buhhh!, pueril e inocente. El padre apunta el arma, le dispara y la mata. Luego de superar el 'shock', el padre aseguró que había reconocido a su hija pero que la orden emanada de las profundidades de su cerebro más primitivo, llamado cerebro de reptil, no pudo ser interceptada por el cerebro racional. El cerebro primitivo no lo diseñó la naturaleza seguramente pensando en las entonces inexistentes armas de fuego.
Recordé la historia a propósito de una información aparecida en la BBC, que cuenta que en Butler, Missouri, quien adquiera un vehículo puede llevarse, como regalo, una pistola o 250 dólares para gasolina. La oferta cuadruplicó las ventas y el autor de la idea dijo: "Estamos tremendamente felices de que vivimos en un país libre donde puedes tener un arma, si la quieres". Y agregó que hasta el momento todos sus clientes, "excepto un tipo de Canadá y un viejo", escogieron la pistola en vez de la gasolina. "El logotipo del concesionario, que vende vehículos nuevos y viejos, muestra a un vaquero sosteniendo una pistola".
Cuando uno lee este tipo de afirmaciones, que mezclan libertad con armas, es cuando le dan ganas de exclamar: "no son más imbéciles por falta de entrenamiento". Sobre todo cuando, además, afirman que la inspiración viene de Obama, pues "él dijo que había que tenerle compasión a la gente del Medio Oeste, que está aferrada a sus armas y a sus biblias. Me ofendió mucho. Todos nosotros vamos a la iglesia los domingos y todos portamos armas".
Linda gente para no cruzársela nunca, pues armas y fe sin razonamiento hacen un cóctel explosivo.


(*) Aparecido en su columna del diario Perú21
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