lunes, 5 de mayo de 2008

PALABRAS POLITICAMENTE CORRECTAS (A ESTAS ALTURAS, IGUAL VAS PRESO)



Un discurso contracultural por Jorge Bruce (*)
En vez de trabajar por una integración nacional, que nos proteja de situaciones angustiosas de ruptura como la que enfrenta el pueblo boliviano, el clima que se respira en estos tiempos es de odio e intolerancia. Si el Gobierno piensa que a punta de amenazas, exabruptos y persecuciones como la que viene realizando -y no de ahora, que ha sido solo una intensificación- contra las ONG como IDL o Aprodeh, se va a ganar la confianza y el afecto de los pobres que le son esquivos, entonces es verdad que tienen un serio problema de comunicación, pero intrapsíquico. Llamar "traidor a la patria" a Francisco Soberón es un soberano despropósito. Los hay, cómo no: Guzmán, Montesinos, Fujimori o los dirigentes del MRTA.
Es evidente que Soberón no está avalando la barbarie emerretista cuando afirma que ese grupo está inactivo. Puede estar equivocado -y sin duda que su ligereza al responder a la consulta europea ha fragilizado la causa que defiende en un contexto autoritario como el actual- pero equivocarse no es traicionar. Es vital que un presidente sea cuidadoso en el uso de palabras tan cargadas de significación histórica. En el imaginario popular, a un traidor a la patria se le fusila. De modo que hablar con tal violencia es un riesgo para la vida. Discrepar no equivale a eliminar. Eso es lo que hacía el grupo Colina. Eso es lo que debemos erradicar de los actos y del lenguaje. Y si es cierto, como afirma el vicealmirante Giampietri, que el MRTA tiene cuentas cifradas en Suiza, pues habrá que rastrearlas y recuperarlas, y en ese caso es pertinente insistir en listarlos como terroristas. Pero sería justo y necesario que ponga el mismo empeño en recuperar las cuentas de Fujimori, las que le permitieron vivir durante tantos años con un tren de vida millonario (hijos estudiando en universidades en los EE.UU., larga estadía en Tokio, una de las ciudades más caras del mundo, vacaciones forzadas en Santiago, etc.) con la plata que debió destinarse a combatir la pobreza que, junto con la corrupción, son nuestro enemigo común. Tanto las organizaciones terroristas como la mafia gobernante nos hicieron un daño irreparable. Lo extraordinario, lo que debería aleccionarnos y reconciliarnos, es que los cabecillas de todos esos grupos están hoy en la cárcel respondiendo por sus crímenes.
El Gobierno no es el único en manifestarse de manera irresponsable y peligrosa. Cuando el dirigente magisterial Huaynalaya arremete a golpes contra un colega que no piensa como él, envía el mismo mensaje de intolerancia y descontrol de los impulsos. O cuando el presidente regional César Álvarez amenaza al ministro Garrido-Lecca con botarlo de Áncash a patadas, da una imagen deplorable de la política, perjudica la descentralización y atiza la violencia en un país con muchas heridas por restañar (véanse las exhumaciones de centenares de cadáveres con huellas de tortura y asesinato, niños incluidos, en las inmediaciones del cuartel Los Cabitos). Los golpes y los insultos proscriben el pensamiento, tal como las balas. Asimismo, cierta prensa local exaltada fomenta un maniqueísmo rabioso. Al lado de lo que se publica en esos medios, que parece redactado en el fragor de un pabellón de agitados, esto suena angelical y políticamente correcto, en el sentido despectivo que se le da a esta expresión. Pero como van las cosas, opinar en pro de la integración, el diálogo y la tolerancia se está convirtiendo en un discurso contracultural, casi subversivo.

(*) Aparecido en su columna del diario Perú21. Lúcido artículo De Jorge Bruce. Demasiado en donde normalmente -como decía el zambo Bolivar- se ara en el mar.

No hay comentarios: