domingo, 27 de abril de 2008

EL SILENCIO DE LOS LATOSOS



El tópico de la incomunicación por Jorge Bruce (*)
Hay algo que une a las parejas, las empresas y los estados como un pespunte engañoso: cuando las cosas van mal, se diagnostica el problema como una falta de comunicación. Así, es usual escuchar esa explicación en quienes llegan al consultorio hastiados de sus constantes desavenencias conyugales. Lo mismo sucede con empresas u organizaciones, en donde los directivos enfrentan un malestar que asciende desde abajo, algo chirriante que afecta el clima laboral y perjudica el funcionamiento organizacional: "falta de comunicación" aseguran, en clave de solemnidad. Ahora los apristas se ponen a repetir el mismo tópico trajinado. Esta panacea, que una y otra vez se desvanece como un espejismo, ejerce una poderosa y terca fascinación. Veamos. Según nuestras altas autoridades, tenemos el mejor gobierno de la historia del Perú y el más exitoso de Sudamérica, pronto del mundo, pero la gente sin casa con piscina o mascotas finas. ¡no se ha enterado! Pongamos el ejemplo de la obtención del grado de inversión.Debe ser una buena noticia. Pero Fitch es la tercera calificadora de riesgo, lejos de las dos primeras, Moody's y Standard & Poor. Luego, pocos -yo con las justas- comprenden qué efectos prácticos tendrá en la vida cotidiana de las personas comunes y corrientes ese logro anunciado con tanto alborozo por la people (lo que antes se conocía como la gente in). Lo que todos sabemos es que pasará mucho tiempo antes de que se traduzca en un beneficio perceptible por las mayorías (si llegara a ser el caso), sobre todo los pobres que son la mitad del país. Sin embargo, fue celebrado como si nos hubiéramos clasificado para el mundial. Y puede que así sea, pero por el momento se trata del mundial de los que pagan puntualmente su deuda externa.Díganme ustedes si el presidente García no es víctima de un destino implacable: en el 85 quiso ganarse la popularidad desmedida con la que se desvela mediante el no pago de la deuda; al ser los resultados un tanto insatisfactorios, ahora intenta la puerta de la derecha (como en esos juegos de TV en donde hay que elegir una de las dos). Pero como en la tragedia clásica, Edipo no puede escapar a su sino: matará a su padre y se acostará con su madre, aunque se vaya a vivir muy lejos de su lugar natural. Los organismos financieros internacionales lo recompensan y el pueblo ingrato -el de los ociosos, comechados, perros del hortelano y hasta traidores a la patria- se queja y reniega. Es para volverse loco, debe pensar el presidente. Vamos a darle una sesión gratis: si algún problema de comunicación hay aquí, es menos el de hablar más acerca de éxitos que el de tomarse el tiempo de escuchar. La gente aceptará las dádivas pero, sobre todo, agradecerá el mejoramiento en la calidad de los deplorables servicios básicos y un empleo correctamente remunerado. Esto se ha dicho en todos los tonos, pero arriba llega como una crítica envidiosa y hostil. La cereza de la torta, para utilizar una metáfora del ministro de Economía, es la sempiterna corrupción, cada día más dinámica y emprendedora. Un consejo hasta de un psicoanalista: no se deje aterrorizar por el fantasma del fracaso anterior, no se obnubile con el aplauso de los ricos y famosos, arriésguese a gobernar para el pueblo que lo eligió. Recuerde: hay varias opciones entre el liberalismo y el populismo desaforados. Atrévase. Lo peor que puede pasarle es que, una mañana, se mire al espejo y descubra que sigue siendo el rey.

(*) Aparecido en su columna del diario Perú21

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