Chau Canal 7, te quiero por Guillermo Giacosa (*)
En el último asiento de la 'B', bus en el que viajaba todas las mañanas de mi barrio al trabajo, estaba la jefa sectorial del movimiento peronista en el que yo militaba, quien me anunció que, a partir de la próxima semana, haría parte de un entonces célebre programa de la televisión rosarina. Sentí lo mismo que un occidental cualquiera puede sentir cuando un esquimal, en su iglú, le ofrece a su gorda cónyuge, untada en aceite de foca, para que uno pase una aterradora noche de amor con ella. Fuera del iglú, el desierto blanco; fuera del movimiento, acciones aisladas y sin trascendencia. Estaba encerrado. Sí o sí. Y fue sí, naturalmente. No narraré las primeras experiencias y mis miedos. Solo diré que hice buenas migas con la televisión y que esas buenas migas se transformaron en un pan muy amargo cuando, 12 días antes del golpe de Estado de 1976, con una cara conocida por toda la ciudad, abrumado por el recuerdo de los amigos asesinados y aterrado por las amenazas de muerte que se extendían a mi familia, partí rumbo a Europa. Juré no hacer nunca más TV. Pasaron los años y cumplí: nadie en España ni en Francia me sugirió tal posibilidad. Eso ocurrió en 1989, en Lima, cuando Canal 7 me propuso hacer un programa. Pensé no, dije sí y, con Carlos Bejarano y con Roberto del Águila, puse al aire Informalísimo. Vinieron otros canales y otros programas pero, invariablemente, regresaba al 7 donde, ganando nada o poco, gozaba de una libertad que la televisión privada, obsesionada por el rating, condicionaba permanentemente. Pasamos la última etapa de Fujimori sin entrevistar, consta en videoteca, a un solo partidario del kamikaze japonés. Levantaron el programa cuando opinamos sobre el video Kouri-Montesinos pero, en consonancia con los acontecimientos, lo repusieron como marcando el compás de su propio debilitamiento. La época de Paniagua fue espléndida, y con Toledo hubo objetividad en la información y absoluta libertad para hacer y deshacer según lo dictaba nuestra conciencia. En los últimos ocho años, fue mi casa. Y como tal lo quiero y lo seguiré queriendo. Además, pertenece a un Estado que me permitió desarrollarme como profesional y como persona, y tiene trabajadores a los que siento amigos próximos y cuyos milagros, para trabajar con medios escasos y bajo salario, conozco y admiro. Pero los tiempos cambian y las caras, también. Nunca sorprende un rostro nuevo, pero hoy, más de una vez, he tenido la sensación de haber ingresado a un lugar equivocado."Son los asesores", me dicen aquellos a quienes aún conozco. Y yo pienso ¡qué bueno, con tantos asesores, las cosas irán mejor! Para los asesores, por supuesto, porque lo que es el canal, está dejando de ser un instrumento del Estado para convertirse en un instrumento del gobierno. Quienes pensamos distinto sobramos. Y, por ello, cortésmente, y aduciendo falta de presupuesto, lo que me hace preguntar cómo les pagarán a los asesores, me indicaron el 31 de marzo que, a partir del 1º abril, mi modesto programa quedaba fuera.
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21. ¡Qué verguenza ajena sentimos por este gobierno! Retirar de programación un programa cultural como el de Guille nos hace sentirnos pésimo porque vemos que estamos en manos de una récua bufaleril ignorante, prepotente y por cierto, deleznable. Todos conocemos lo apolítico del programa de Giacosa, pero ahora los fámulos de siempre han visto que un hombre independiente -crítico frente al gobierno De Bush, por ejemplo- es un peligro. En este momento, cualquier inteligencia disuena. Brutes time.
No hay comentarios:
Publicar un comentario