Muerte al amanecer por César Lévano (*)
Hace 25 años, un día del cual tengo el cruel recuerdo, murió Juan Gonzalo Rose, el poeta que puso en las palabras una música que canta desde lejos.Anoche, en el homenaje que estudiantes de Administración de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos rindieron en la Casona a Melissa Patiño, la joven poeta injustamente encarcelada, recordé los días en que nuestra juventud fue herida por la prisión y las torturas, y por el destierro. Recordé asimismo que las dictaduras pasan, pero que la lucha por el pan, la justicia y la libertad no se apagan.Por eso mismo, mi mejor homenaje a Juan Gonzalo Rose es protestar contra el crimen que se comete contra Melissa y sus compañeros de prisión. Yo les grito a los tiranos de hoy: ¡no enturbien el alma de los jóvenes! ¡no castiguen sus sueños ni sus cantos!El día en que la muerte nos arrebató a Juan Gonzalo escribí una crónica en que recordé estos versos de Heinrich Heine, el genial poeta alemán: Aus meinem grosse Schmerzen / mach ich die kleine Liedern (= De mis grandes dolores hago pequeños cantos).Lo castigaron, nos castigaron. Como ahora, los amos de turno tenían miedo a las ideas, a la inteligencia, a los artistas, a la lucha del pueblo. Metieron presos, y hubo más luchadores. Metieron bala (como en Ayacucho estos días), y las masas se envalentonaron.A Juan Gonzalo le siguen teniendo miedo. Como Vallejo, sigue siendo incómodo. En enero último, cuando el Instituto Nacional de Cultura presentó su edición de las obras completas del poeta, precisé que no eran completas. Entre los poemas faltaba el incandescente “Voz de Orden” y entre las letras de canciones se había omitido la que dedicó a la guerrilla de Luis de la Puente, y al cual Manuel Acosta Ojeda ha transmutado en hermoso yaraví. Con todo desparpajo, leí entonces el poema omitido y entoné la olvidada canción. ¿Olvidada? En la Casona sanmarquina la entonó anoche Margot Palomino, quien recordó que yo se la he enseñado. Escuchando esa voz hermosa y firme, pensé: Juan Gonzalo, los tiranos pasan, las canciones se alojan en el corazón del pueblo, que es eterno.En una entrevista para el semanario Marka planteé a Rose un cuestionario basado en versos de René Char. ¿Qué te suscitan, le dije, estas palabras: El poema es el amor realizado del deseo que sigue siendo deseo? Su respuesta fue rápida como un relámpago: “Me recuerda algo que yo siempre he pensado: La esperanza es lo último que se pierde, una vez que se ha perdido toda esperanza”.Había escrito: “Llegado será el día / en que pueda decirse: / frío como la nieve / y feliz como el hombre.”Toda la poesía de Rose es una antorcha de congoja, amor y esperanza. Su juventud de cárcel, destierro, pobreza, nos grita: ¡no a la injusticia! ¡no a la represión! (La represión es el otro nombre de la injusticia).
(*) Aparecido en la columna del Director del diario La Primera.
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