El sí de Juan Diego
Como dama sanisidrina, felicito la decisión de TV Perú al transmitir en vivo el acontecimiento social que remeció Lima. Desde la Catedral, mi Juan Diego dijo: ACEPTO, en Do Mayor, a una chica regia, en sobria ceremonia religiosa oficiada por un bilingüe monseñor Cipriani. Como no había policías en la calle por cuidar a la parejita, unos delincuentes me arrastraron por la pista para robarme los aretes. Pero no me importó, porque se vio regio que, gracias a nuestros impuestos, el Estado demostrara a los peruanos, desde San Borja hasta Huancavelica, desde Cerro de Pasco hasta Ate Vitarte, desde el Nuncio Apostólico hasta nuestras carteras, que no es difícil ser una estrella internacional. Yo, totalmente arañada, gritaba: ¡Auxilio! desde el piso, igual que el público desde la Plaza Mayor gritaba: ¡Juan Diego! Pero no me importó, porque cualquier sacrificio vale por Juan Diego. Algo más, Arnulfo, mi ex chofer, quien ha triunfado en USA con una cadena de pollerías, me escribió preguntando si le pueden dar la Catedral para casarse con una cubana potona. Según él: ¡Todos somos hijos de Dios! ¿Qué le digo, monseñor? ¡Me muero!
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21
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