Los buitres en su salsa por Guillermo Giacosa (*)
Con el hambre no se juega. Es una bomba de tiempo para la gobernabilidad y, por lo tanto, un potencial certificado de defunción para cualquier político que deba enfrentarla. El hambre, realidad cotidiana de muchos pueblos, amenaza constituirse en un factor de desestabilización mundial si el precio de los alimentos sigue en ascenso. Las causas son múltiples. Algunas se revelan, otras se ocultan. Entre las que están a la vista figuran el alucinado proyecto de fabricar agro-combustibles, que prioriza la alimentación de los carros sobre la alimentación de los seres humanos. Otra causa evidente es el aumento en los precios de los fertilizantes (58% en los últimos 12 meses) y del petróleo, que ya superó la barrera de los 100 dólares el barril. También se menciona la espectacular demanda de China e India que, unidas, suman más de 2,500 millones de seres humanos. Personas que, con todo derecho, reclaman una mejor alimentación.
Hasta aquí alguna de las causas que se citan con relativa frecuencia. Hay otra, sin embargo, menos moral aún que los agro o necro combustibles y que es la especulación. El Nobel Stiglitz dice: "En ausencia de un mercado organizado del arroz, ciertos fondos de inversión financian el acaparamiento. El mismo razonamiento vale para el petróleo (o los metales). La subida de los precios solo en parte se explica por la debilidad de las inversiones de los últimos años. La verdad es que esas inversiones parecen totalmente irrisorias frente a las posiciones que, con respecto a la subida, han tomado. los bancos sobre el Nymex (Mercado de Materias Primas), en Nueva York, o sobre el International Petroleum Exchange, en Londres. Los mercados se descontrolan porque el oro negro y hasta los productos agrícolas se convierten en valores refugio".
La FAO, por su parte, opina que "la situación ha despertado la voracidad de especuladores", que se han lanzado a "buscar oportunidades" en los mercados de materias primas y alimentos y "las han encontrado" por la crisis. Su director general ha advertido que "los países más pobres van a tener problemas para acceder no solo a los alimentos sino, también, a fertilizantes y semillas, y tenemos que empezar por garantizar ese acceso".
Esa preocupación debe, en el fondo, alentar aún más a los especuladores de que, además de no tener moral, carecen también de patria y de sentimientos. Sus emociones han sido mutiladas por el afán de lucro y neutralizadas por la intermediación que se practica en todo este tipo de inversiones. Solo son números que, algunos, ni siquiera relacionan con las carencias que soporta la humanidad. Carencias creadas ya que la comida abunda, tanto o más que la falta de compasión que los especuladores han ahogado en su interior.
Los "valores refugio", dada la anemia que padece el dólar, son la oportunidad para acrecentar fortunas o pequeños capitales. Si esos "valores refugio" obligan a especular con alimentos, mala suerte, el mercado es quien manda y no obedecerlo sería contrariar la perversa expresión de desinterés por el prójimo que hoy la humanidad honra.
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21
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