Apuntes sobre un feminismo malsano por Fernando Maestre (*)
Muchos ya han constatado mi posición frente al abuso contra las mujeres, pues considero tener una activa posición combatiente frente a tales injusticias. El avance de la mujer peruana, sin duda, está en uno de sus mejores momentos, y la razón de ello no solo estriba en el movimiento de mujeres que lucha a brazo partido por sus derechos, sino también en el diario esfuerzo que ellas mismas realizan para progresar y sacar adelante sus hogares y sus trabajos. Constato, con gran pesar, que la defensa a la mujer se plantea equivocadamente, desde la posición de la destrucción de la imagen del hombre, desde la satanización de lo masculino y la generalización arbitraria.
He sido testigo de los discursos que en muchas reuniones a favor de la mujer se espetan creyendo que la superación de la mujer puede resultar de la burla y destrucción de lo masculino y, por ende, en la destrucción del hogar, producto de una venganza que realmente asusta. Es cierto que en nuestro Perú existen miles de hombres, de los cuales uno bien puede avergonzarse por la posición machista que tienen frente a la mujer, pero no todos los varones de este pueblo tienen esas características.
Hay muchos hombres que tienen una actitud totalmente diferente a aquellas generalizaciones que, por calles y plazas, un grupo de mujeres feministas pregonan sin ningún pudor, sin darse cuenta de que, al hacerlo, están involucrando también a sus padres, hermanos, hijos y esposos, los cuales no siempre son los monstruos que se pintan en los discursos. Hay excelentes padres en este país, hay hombres que trabajan hasta partirse el lomo, que me visitan llorando porque no les dejan ver a sus hijos, y hay otros que, aunque no tengan pechos, son seres nutricios que cuando se acercan a una mujer es para propiciar su crecimiento, su formación o su éxito. El peruano ha cambiado mucho. He recibido hombres que han dado su riñón por salvar la vida de su esposa, que han migrado para que sus hijos tengan formación universitaria, y otros que han sido abandonados y siguieron con sus hijos pequeños.
La reivindicación de la mujer no pasa por el descrédito ni la destrucción generalizada de los hombres. Pasa por el crecimiento de ella, porque avance en su educación, porque sepa pararse con dignidad frente a los anormales y que sepa salir de relaciones masoquistas. Me baso en que las mujeres en pareja maltratadas por varones, que no son pocas, han tenido relaciones de más de 20 años, y nos preguntamos: ¿Por qué toleraron tanto? ¿Por qué no se ayudaron entre ellas? ¿Por qué no denunciaron? Este problema femenino no es por culpa del hombre. Es porque la mujer aún tiene que seguir creciendo en valor y coraje para enfrentar este difícil mundo.
He sido testigo de los discursos que en muchas reuniones a favor de la mujer se espetan creyendo que la superación de la mujer puede resultar de la burla y destrucción de lo masculino y, por ende, en la destrucción del hogar, producto de una venganza que realmente asusta. Es cierto que en nuestro Perú existen miles de hombres, de los cuales uno bien puede avergonzarse por la posición machista que tienen frente a la mujer, pero no todos los varones de este pueblo tienen esas características.
Hay muchos hombres que tienen una actitud totalmente diferente a aquellas generalizaciones que, por calles y plazas, un grupo de mujeres feministas pregonan sin ningún pudor, sin darse cuenta de que, al hacerlo, están involucrando también a sus padres, hermanos, hijos y esposos, los cuales no siempre son los monstruos que se pintan en los discursos. Hay excelentes padres en este país, hay hombres que trabajan hasta partirse el lomo, que me visitan llorando porque no les dejan ver a sus hijos, y hay otros que, aunque no tengan pechos, son seres nutricios que cuando se acercan a una mujer es para propiciar su crecimiento, su formación o su éxito. El peruano ha cambiado mucho. He recibido hombres que han dado su riñón por salvar la vida de su esposa, que han migrado para que sus hijos tengan formación universitaria, y otros que han sido abandonados y siguieron con sus hijos pequeños.
La reivindicación de la mujer no pasa por el descrédito ni la destrucción generalizada de los hombres. Pasa por el crecimiento de ella, porque avance en su educación, porque sepa pararse con dignidad frente a los anormales y que sepa salir de relaciones masoquistas. Me baso en que las mujeres en pareja maltratadas por varones, que no son pocas, han tenido relaciones de más de 20 años, y nos preguntamos: ¿Por qué toleraron tanto? ¿Por qué no se ayudaron entre ellas? ¿Por qué no denunciaron? Este problema femenino no es por culpa del hombre. Es porque la mujer aún tiene que seguir creciendo en valor y coraje para enfrentar este difícil mundo.
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21
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