Entre alimentos y combustibles por Guillermo Giacosa (*)
La creciente complejidad del mundo se enfrenta a la pavorosa tendencia a la simplificación que se ha apoderado de políticos y periodistas. Todo problema grave es, en el lenguaje de quienes manejan el poder, "transitorio".
"Ya hemos tomado las medidas para superarlos" es la respuesta más escuchada y más repetida. Y si la repiten es porque el problema no es transitorio, como quisieran, sino estructural. Es decir, la actual estructura de la sociedad no permite que esos problemas se resuelvan si no se altera dicha estructura. Como alterarla produciría un enfrentamiento inevitable con quienes manejan los hilos del poder real (los grandes conglomerados económicos), lo califican de "transitorio" y, si se agrava, le adjudican la culpa a la situación mundial sobre la que no tiene mayor influencia.
Por supuesto que, desde hace mucho tiempo, las economías están íntima y odiosamente entrelazadas, y todos dependemos de todos, pero algunos dependen de lo que decidan junto a sus pares en función de sus intereses, y otros dependemos de lo que ellos decidan en función de intereses que no son los nuestros.
En suma, el problema es estructural a nivel universal y nada nos hace pensar que haya quien pueda desviar esta tendencia. Solo los cataclismos que ella misma produce variarán su dirección, pero nunca lo harán a favor de los sectores marginales de la población mundial, sino en procura de establecer reaseguros para no perder ni un ápice de los privilegios adquiridos.
Es posible que, en ese reacomodamiento de fuerzas, algunas dentelladas vayan a parar a la carótida de los pares, pero eso ya es parte del juego y nadie se sorprenderá si algunos poderosos dejan de serlo para que otros lo sean más aún. Los pragmáticos aceptarán esta realidad, aparentemente ineludible, y optarán por seguir el carro de la historia. Quienes creemos que ese carro no va en la mejor dirección seguiremos procurando que la ciudadanía no se conforme con lo que le digan y asuma el desafío de pensar por sí misma. Hacerlo no solo es un saludable ejercicio sino que transforma a quien lo hace de objeto en sujeto, condición inherente a todo ciudadano de una auténtica democracia.
Me conduce a esta reflexión la armoniosa conversación entre el presidente García y la periodista Valenzuela y el tema del aumento en el precio de los alimentos que allí trataron. Según el senador Dorgan, de EE.UU., "los países pobres del mundo gastarán unos 38,700 millones de dólares en importación de cereales este año, el doble de la cantidad que pagaron hace dos años por la misma cantidad, y un 57% más de lo abonado en el 2007". Es decir, los pobres se empobrecerán y los ricos ya sabemos. ¿Serán suficientes las medidas internas que mencionó García? Ojalá.
Un dato para reflexionar: el enorme aumento en la producción de etanol no ha hecho bajar un centavo el precio de los combustibles, pero ha logrado aumentar el precio de los alimentos. Alguien debe beneficiarse, supongo, de esta aparente irracionalidad.
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21
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