La naturaleza y la angustia por Fernando Maestre (*)
Hace 90 años que Freud afirmó que una de las causas que genera más angustia y desesperación es constatar que el hombre nada puede hacer ante los fenómenos telúricos. En tal sentido, el desvalimiento del hombre frente a terremotos, desbordes, incendios forestales u otras desgracias no hace más que confirmar que ante la naturaleza solo nos queda prepararnos.
En poco menos de 10 meses, el Perú ha sido atravesado por diferentes fenómenos naturales. En estos días, hemos sido sacudidos por dos suculentos sismos, lo que nos dejó angustia, pánico, desesperación y una buena cantidad de fantasías catastróficas. Esta angustia nos lleva a pensar que de alguna manera habría que estar más preparado para enfrentar estas catástrofes, pero también importa que seamos absolutamente conscientes de que no debemos caer ni en el pesimismo ni en el dramatismo sino, más bien, conocer algunas formas para poder superar estos miedos. Vivir sumergidos en un pánico constante es algo que puede alterar el normal funcionamiento de nuestro sistema nervioso.
No se debe hacer del miedo y la angustia un festín que nos lleve a la excitante tendencia de estar hablando todo el tiempo de "cómo se movió la tierra" o de "los gritos de horror" que uno expele en cada sacudida. Lamentablemente, las personas hemos ido desarrollando nuevos hábitos y vicios que aumentan la lista de "situaciones placenteras", ya que, en momentos como los de sismos, muchos se deleitan con un particular placer: permanecer inmersos en un constante masoquismo montados sobre relatos de cómo y de qué manera "logramos salir corriendo" o de cómo "la pared casi se nos cae encima". Esto no quiere decir que no existan personas que realmente perdieron todo, incluyendo a familiares, por causa de terremotos, pero también es cierto que entre las nuevas adicciones está la excitación que crean la adrenalina y el miedo.
El descontrol ansioso es contagioso. Muchos niños escuchan los llantos y gritos desgarrados o las manifestaciones religiosas de una fe recién recordada por sus padres o familiares. Luego de estos episodios sísmicos, hemos tenido que atender a niños angustiados, que no pueden dormir, que no pueden permanecer solos ni un instante, y chicos con el carácter cambiado a partir de los desmayos de la madre. Muchos otros presentan un bajo rendimiento académico, pues la falta de concentración en sus estudios está relacionada con el permanente estado ansioso en el que se encuentran como contagio de los gritos de los mayores.
Hay alteraciones de la alimentación, como anorexias o glotonerías, muy propias de expresar la angustia y pánico. El mayor reto del hombre es impedir ser esclavos de nuestras emociones. El pánico también se puede educar. Empecemos ahora.
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21
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