miércoles, 16 de enero de 2008

CUANDO HABLA EL CUERPO




Las alteraciones psicosomáticas por Fernando Maestre (*)
Los estudios actuales nos hacen ver la estrecha relación que hay entre cuerpo y alma, por ejemplo, entre la baja de las defensas de un ser humano y un estado depresivo, o la rabia y cólera contenida y las crisis de hipertensión, y así podríamos continuar señalando los hilos invisibles que conectan las emociones con el cuerpo.
Lo que ahora nos toca es preguntarnos sobre el sentido de las afecciones psicosomáticas: ¿Qué son estas enfermedades? ¿Algo aportan a la persona? Aunque parezca mentira, la respuesta es afirmativa pues una gastritis, una sensación de vértigo o una alergia serán mensajes que el cuerpo envía al sujeto. En estos casos, la respuesta corporal pone de manifiesto que el mensaje nunca se convirtió en palabra y lenguaje, porque algo bloqueó el discurso y, así, el mensaje nunca surgió. Por lo tanto, será el cuerpo el que 'hable' aquello que no puede hablar la lengua.
Si la persona sabe que algo quiere decir su dolencia, pero no sabe qué es; si sabe que está anunciando algo, pero no llega a descifrar su contenido, incluso puede decir: "Qué raro, desde que peleé con mi enamorada, no deja de dolerme la cabeza". Pero puede suceder que, aun sin comprender plenamente, logra aprender que toda pelea traerá dolor de cabeza, y concluirá pensando que tendrá que cuidarse para evitar las peleas y, así, eludir el malestar.
Pero mucho más difícil resulta explicar las verdaderas enfermedades del cuerpo, como el cáncer, el asma, el derrame cerebral o el infarto. En estos casos, el conocimiento y el aprendizaje están mucho más lejos de la comprensión. Estos males nos enfrentan a otra lógica: aquí la conciencia puede no saber qué significa este dolor o enfermedad, pero lo que sí puede sentir es que estos grandes males son muchas veces liberadores de algo y, a partir de tales lesiones, muchos descubren una nueva vía.
Aún falta descifrar, en estos casos, cuál es el deseo dañado en aquel que desarrolla un eczema grave o una úlcera sangrante. Muchos psicoanalistas consideran que en la historia de personas que tienen un órgano dañado hay una "no" respuesta, una falta de "ser deseado", un silencio de la dulce voz de una madre o la ciega mirada de quien debió desear al niño. Así, el futuro enfermo del cuerpo suele estar convencido de que algo de comprensión faltó en su niñez, cuenta con silencios, recuerda miradas vacías o ausencias en respuestas a los problemas que lo angustiaban de niño.
Los seres angustiados, ansiosos o temerosos son los principales candidatos a padecer las enfermedades psicosomáticas, pues en ellos hay una dosis de lejanía y de soledad y la convicción inconsciente (cierta o no) de que nunca fueron deseados.
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21

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