miércoles, 16 de enero de 2008

TIEMPOS OBSCUROS





La era del chino por Martin Tanaka (*)
Ahora que estamos en medio del juicio penal al ex presidente Fujimori, es pertinente reflexionar también sobre la evaluación política que podemos hacer de su gobierno. Para ello, una referencia ineludible es el libro de Yusuke Murakami, Perú en la era del Chino. La política no institucionalizada y el pueblo en busca de un salvador (Lima, IEP, 2007).
Murakami no solo propone una posición "ni fujimorista ni antifujimorista"; también, el explorar la racionalidad y sentido de las decisiones del ex presidente, desde un punto de vista que podríamos llamar "indulgente", en el que sistemáticamente el autor le da el beneficio de la duda al hoy acusado. Para ello, el autor se beneficia de abundantes testimonios recogidos entre fujimoristas y de su trabajo como analista político de la Embajada de Japón en Perú entre 1991 y 1995.
El argumento central de Murakami es que el fujimorismo no debería pensarse como un fenómeno ajeno a la tradición política peruana; por el contrario, su esencia se debe entender a la luz de la persistencia de tradiciones clientelistas y plebiscitarias en la relación entre gobernantes y gobernados, de formas patrimoniales, autoritarias, caudillistas de ejercicio del poder, de relaciones entre los actores políticos signadas por la confrontación y el cortoplacismo, perdiéndose de vista los intereses generales del país. El contexto de emergencia, de excepcionalidad que marcó el inicio de su gobierno no hizo sino acentuar esta "necesidad" de actuar de manera autoritaria; y, una vez que Fujimori siguió por esa senda, parece que ya no fue posible un camino de retorno, por lo que el poder de Montesinos se acrecentó con el tiempo, lo que al final parece explicar la ruina de su gobierno. Murakami hace un llamado implícito a mirarnos como sociedad en el espejo para entender 'la era del Chino'. Las responsabilidades no estarían concentradas en la dupla Fujimori-Montesinos, sino en unas prácticas y una cultura de las que participamos todos.
Comparto parcialmente la idea de que el fujimorismo no habría podido prosperar si no hubiera encontrado un terreno fértil y hartas complicidades, tanto en el gobierno, en la oposición y en la indiferencia. Sin embargo, también es cierto que los liderazgos cuentan y que las circunstancias cambian. Fujimori tuvo desde el inicio, y a lo largo de todo su gobierno, más de una oportunidad de cambiar de rumbo y seguir un camino democrático. Si miramos otros contextos, encontraremos que los momentos de crisis y de cambio profundo sirven no solo para destruir democracias, también para iniciar procesos de institucionalización; pero, para que ello ocurra, la intervención de líderes capaces y comprometidos es imprescindible. Visto Fujimori desde este ángulo, su chatura es más que evidente.


(*) Aparecido en su columna del diario Perú21

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