Arrivederci, principessa por Beto Ortiz (*)
Mientras siga viendo tu cara en la cara de la luna, mientras siga escuchando tu voz entre las olas, entre la espuma. Mientras tenga que cambiar la radio de estación porque cada canción me hable de ti, yo seguiré buscando o seguiré escapando tal vez de ti, tal vez de mí yo seguiré buscándole una explicación a esta canción también. Caraluna. Bacilos.
¡Esto me parece francamente innecesario! Estoy seguro de que eso hubieras exclamado, asadaza, si nos escuchabas cantando no te avisa, la flecha del amor no avisa en tu funeral. ¿A falta de Mozart, adentro con el réquiem de Zignago?, ¿pero qué es esto, señores?, ¿dónde estamos? ¿Un karaoke de La Marina?, ¿el Canta y Gana? ¡Ya no hay respeto!, ¡no hay derecho!-habrías reclamado, rociándonos a todos, sin excepción, con el agua prodigiosa de tu risa: No mamen, nacos. Qué papelón, mi pastorita de caracoles, mi Julia Roberts de Pachacámac, mundialmente conocida como Mi Libbys, (como el ketchup), Mamushka (por la novela) o Miss Shar-pei, (como los perros esos con rollitos). Qué bochorno, Señorita Éxitos, qué de chifa nos salió nuestro a capella. Cero cinco para mi producción que no consiguió a tiempo el gospel de los ángeles cantores de Marita, por mi madre, qué fatal, qué mal quedamos contigo, qué feíto nuestro musical. Quiera Dios que doquiera que hayas estado o mores ni remotamente hayas escuchado nuestros graznidos. Te estoy oyendo: Así tampoco es, pues, varón, colabórame un poquito en ese sentido.
Fue más o menos así: vino blanco, noche y viejas canciones. Lo de soltar todos esos globos multicolores al viento y aplaudir y corear tu nombre sí que estuvo precioso, inspirada intervención la de Alexandra al introducir un detalle tan festivo y tan tú en la esperanza de conjurar tamaña pena. Y se reía de mí, dulce embustera. Pero mientras los globos se elevaban en cámara lenta lo que hubiera cabido, en realidad, era poner a todo volumen el 'track' número 4 de Xaviera y los Imposibles:¿Qué importa si para enamorarme basta una hora? ¿No es cierto? Eso sí que hubiera estado memorable. Tanto como tu travesura de mandar un mensaje de texto al celular del Toto en pleno velorio: Hermanito, hoy he subido a 44 de plaquetas, aprovecha que es bajada de reyes y reza, carajo, reza. Era un mensaje que llegaba atrasado, claro, pero de que funcionó, funcionó: nos dijiste directo, en directo, nos dejaste atónitos, helados. Pero no me hagas demasiado caso. Ya tú sabes. No me creas. Léeme como quien oye llover. O mejor: nevar. Ni atenta ni distraída. ¿Y qué me dices del gorrión que, de pronto, se metió volando a la capillita de Jardines de la Paz y se arrancó con aquel concierto -a lo Walt Disney- de gorjeos? Solo faltó que, al llegar a las escalas más agudas, estallara en pedazos y quedaran flotando las plumitas en el aire como en la más fumada de todas las escenas de Shrek. Levemente excesivo -hay que decirlo- el instinto periodístico de la colega Rocío al decidir mandarnos el fatídico mail escribiendo en el espacio reservado para "asunto" el horrible titular de la peor noticia de nuestras vidas: Murió Lippy. Te confieso que en ese preciso instante no lloré, ni me ensombrecí ni siquiera un poquito. Después, ya tú sabes: una vez solo y sin presencia de testigos se me vino el huaycoloro. Pero en ese momento, nada. Mi única reacción fue pensar: no, qué va, imposible. Leí varias veces la palabra 'murió' y varias veces la palabra 'Lippy' y descubrí rápidamente cuál era el problema. El problema era que esas dos palabras resultaban por completo incompatibles, incombinables, imposibles de juntar. Nada más descabellado que asociar tu arrolladora energía con la más pálida idea de la muerte. Pasa ligera la maldita primavera, me hace daño solo a mí.
Cuando te enteraste que un grupo de amigos organizaba un gran fiestón a tu salud, dijiste en el teléfono: ¡No se olviden de bailar I will survive! Y en ese mismo espíritu, me cuentan, no paraste de pedirle tan mítico himno a la banda la noche del último año nuevo mientras, doblándote de risa, le decías a todo el mundo que habías llegado dispuesta a tonear hasta morir. Sabias palabras. Yo he decidido hacer exactamente lo mismo el día que me pongan fecha de expiración. ¿Tirarse a una cama de hospital para contarle las grietas al techo hasta que la muerte buenamente se digne llegar? Ni cagando. Tan fácil tampoco se la podemos poner. Si nos quiere alcanzar, primero que la sude, qué buena vaina. Yo me voy a tragar la vida a mordiscones. -me dijiste la única vez que me dejaron visitarte. Qué ilusión me hacía volver a verte por fin después de tantas semanas de avisos de servicio público y de cuidados intensivos. Me gusta creer que fui uno de los primeros a los que les mandaste el mensajito aquel con la foto Sinéad O'Connor. Vaya que estabas hecha toda una florecita rockera, una 'punkie' completa. No me extrañó ni un poquito que te raparas tú solita mismo Taxi Driver, mismo The Wall. Dudo que alguien conociera más de cerca tu 'dark side'. Hello my dark side: Me dejaste pensando toda esa noche y varias noches más sobre eso de que tú y yo hacemos 'link' por el lado oscuro y tienes razón, porque contigo descubrí un culo de cosas de la vida, cosas que normalmente no hubiera hecho, ( y me parece que tú menos, ja,ja,ja). Lippy, Lippy, Lippy: Tal vez ni te lo imaginaste pero hasta ahora tengo una dirección de correo que solo conservo porque allí me escribías tú. Una vez, por temor a los 'hackers', la abrí para guardar allí los 261 mensajes que tenía entonces en mi buzón. Y como eran todos correos ya leídos, nunca los abrí. Así que, aunque ya parecía cacha, el 'mailbox' me recibía diciendo: "261 mensajes nuevos". Lo abría toditos los días, a veces hasta varias veces al día, con la única ilusión de que dijera: 262. Porque eso hubiera significado que habías pensado en mí y me habías escrito. Pero tú tenías siempre tanta gente en quién pensar y yo en tan poca. pero eso sí, no había quién nos ganara en lo de las llamadas de larga distancia: una sola ininterrumpida carcajada que duraba la madrugada completa. Déjame amarte, como si el amor viviera y aunque no quiera, sin quererlo pienso en ti.
Como no me dejaron donar sangre para ti -ya tú sabes cómo es, somos leprosos hasta que no se demuestre lo contrario- me desquité estafando a los laboratoristas y poniendo en la cola, de contrabando, a mi muy saludable muchachón que, además de novia, tiene tatuaje. (Ya tú sabes de quién te hablo). La noche anterior al día de visitas te mandé un mensajito por la tele y me tiré veinte minutazos superbailables hablándote desde detrás del vidrio y poniendo a tu disposición todititos mis glóbulos rosados. Sabía lo rico que te cagarías de la risa. Casi tanto como cuando llegué hasta la puerta de tu aséptico cuarto y la Pochita me obligó a disfrazarme de astronauta antes de siquiera soñar con acercarme. Ridículamente embutido en aquella bata tres tallas menos y enmascarado como un bandido del lejano oeste, hice mi mejor esfuerzo sobrehumano por cantarte Una pequeña plegaria, nuestra canción, aquella de Dionne Warwick que cantaba a gritos todo el elenco de La Boda de mi mejor amigo y donde, según tú, el espléndido papel que le dieron a Rupert Everett tendría que haber sido mío porque esa película contaba nuestra vida. No había ni empezado a destrozar la primera estrofa y tú ya estabas revolcándote de risa: The moment I wake up before I put on my make up, I say a little prayer for you. ¿Había algo más cabro en esta vida que cantarte que todas las mañanas, antes de maquillarme, rezo por ti? While combing my hair now and wondering what dress to wear now, I say a little prayer for you. ¿O que rezo por ti mientras peino mis cabellos y elijo qué vestido ponerme? Por el amor de Dios. No hubo manera de que escucháramos las recomendaciones de los médicos que prohibían terminantemente que alguien se te acercara. Cuando te diste cuenta -¡abacho!- de que no me iba aguantar las ganas de abrazarte, te olvidaste por completo de las sondas de la quimio, abriste los brazos como si fueses a volar y me ordenaste: ¡Quítate esa máscara y bésame, maricón fofo!
I say a little prayer for you. Ahora que ha enmudecido la música de tu risa y el mundo se ha quedado a oscuras sin el sol de tu alegría, envíanos, por lo que más quieras, principessa, tu señal. Forever and ever you'll stay in my heart and I will love you. Danos alguna idea de qué hacer. Dinos a quién esperamos por el resto de la vida, en quién confiamos, de dónde sacamos otra sonrisa que diluya al instante todas las penas, en qué dios creemos, a quién telefoneamos en el medio de la noche, de dónde nos agarramos para no volvernos a caer. En el regazo de quién nos guarecemos, con quién soñamos, a ver, dinos. Forever and ever, we never will part, oh how I'll love you. Together, forever. Dinos en qué dirección corremos ahora. Dinos de dónde sacamos tela con qué cubrir todos los espejos para no verle la cara a la tristeza. Dinos qué pretexto nos inventamos para seguir.
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21
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