miércoles, 2 de enero de 2008

SINCERANDO EL PRESENTE









La tortura de la verdad por Jorge Bruce (*)
En el trabajo psicoanalítico, es habitual encontrarse con resistencias y distorsiones, acomodos y negaciones. El tiempo puede ser breve o prolongado, pero la verdad encuentra sus caminos y portavoces, obligándonos a revisar el tacho de archivos eliminados.
En esa tarea inevitable, a los peruanos nos ha tocado vivir en los últimos años un periodo apasionante. Se nos ha presentado la oportunidad de aprender quiénes somos y de dónde venimos -y por ende determinar adónde vamos-, acaso como nunca antes en nuestra Historia. Con los vladivideos se inauguró esta secuencia de golpes contundentes a la falsedad: todos pudimos ver el substrato obsceno del poder en la salita del SIN. Luego, gracias al retorno de la democracia con el Gobierno de Paniagua, se dio inicio a la exploración que concluyó, durante el de Toledo, con el Informe de la CVR, un documento esencial, pese a las enormes dificultades para asimilarlo, pero la verdad que contiene prevalecerá.
Hemos visto sentados en el banquillo a Abimael y a Vladimiro. Ahora Fujimori ocupa ese lugar. Y cuando nadie lo esperaba, desde Italia llega la acusación -dos décadas más tarde, como esas estrellas muertas cuya luz sigue viajando- contra quienes participaron en la Operación Cóndor, en la que se incluye a los generales peruanos Morales Bermúdez y Richter Prada. Esa internacional contrasubversiva es uno de los tantos capítulos sombríos de las dictaduras latinoamericanas. Si bien es cierto que la peruana no era de ese mismo jaez, por lo menos cuatro personas fueron capturadas y torturadas en Lima por militares argentinos, apoyados por sus colegas peruanos del Servicio de Inteligencia del Ejército, en 1980, cincuenta días antes de que Morales entregara el poder a Fernando Belaunde. El relato pormenorizado del libro Muerte en el Pentagonito de Ricardo Uceda, no deja lugar a dudas, puesto que los generales aludidos reconocen la detención y deportación. En la playa Hondable, donde luego operaría el grupo Colina, esto sucedió con María Inés Raverta: "Lito comenzó aplicando los cables en la vagina. El cuerpo de la montonera se sacudía y sus gritos se hacían insoportables para Alvarado (el militar peruano que narra los hechos a Uceda), pese a que le habían llenado la boca con una cajetilla arrugada de cigarrillos Winston. Los hombres, al comienzo, no le preguntaban nada, como si únicamente pretendieran internarla en el infierno del dolor". Los lectores dispuestos a enterarse del horror restante pueden acudir a la página 358 del citado libro.
La justicia decidirá si el Perú integraba la Operación Cóndor y si Morales Bermúdez conocía estos detalles espeluznantes. Lo seguro es que ni era un demócrata ni le debemos nada. Menos aún la larga lista de periodistas deportados y medios clausurados durante su Gobierno de facto, especificados por Juan Gargurevich en su libro Prensa, radio y TV. Historia crítica. La defensa cerrada del general por parte del presidente García comprueba el poco respeto que siente por la verdad y los procesos mentales de los peruanos, tratándonos como vasallos y no ciudadanos capaces de formarnos nuestro propio criterio. La denuncia venida de Italia debería afianzar un siglo XXI de gobiernos democráticos -las experiencias traumáticas asimiladas son aprendizaje, las negadas están condenadas a repetirse-, a diferencia del XX, durante el cual hubo solo cuatro: Bustamante, Belaunde (2) y García. Lo demás fue dictadura, oligarquía y autoritarismo.

(*) Aparecido en su columna del diario Perú21

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