GARANTÍA EXTENDIDA
por Hugo Del Portal
Yo no tengo tarjeta de Saga Falabella. Debo confesar que alguna vez la tuve luego de que un amigo -al que encontré laborando en el local del Jockey Plaza- me convenció de afiliarme (hay que comprender que uno encuentra a la gente haciendo las chambas mas raras, dignas de cierta compasión) y la usé para hacer compras en sus diferentes locales. Poco tiempo después decidí darme de baja porque luego de un paciente análisis me di cuenta que me estaban sacando la mugre con sus intereses, portes y demás jugarretas de gran almacén zamarro y que parecía que a los chilenos no les había bastado con la pateadura de la Guerra del Pacífico al cobrarnos el doble del precio de sus filiales chilenas (verifiqué en la página de Saga de Santiago que algunos electrodomésticos costaban la mitad de precio del que se pagaba en el Perú) y los intereses que te aplican acá son realmente de los que se podrían denominar como "usura style" y tampoco los cobran así por allá, porque la ley no lo permite con sus conciudadanos. Osea la maltratadita es para los cholos.
Teniendo en cuenta que los chilenos me caen como si me comiera un tacu-tacu helado a la medianoche (su pueblo no, me refiero a sus empresarios y a sus gobiernos, piratas a mas no poder) no me fue muy complicado pedirle que se metan la tarjetita donde no les de el sol y ordenarles (con aderezo de carajos) que me borren de su lista de clientes premier porque mis antepasados estaban revolviéndose en sus tumbas al verme hecho un colaborador del tipo chino neo-culí.
Me pregunto si nuestra necesidad de tanta porquería material innecesaria nos convierte en adictos dependientes de estos Grandes Almacenes extranjeros acostumbrados a esquilmarnos como voluntarias lornitas. Porque cada vez que usted quiere compensar alguna deficiencia, el stress, o un nuevo trauma laboral se castiga comprandoles algo y se deja sorprender por estos negociados que enriquecen a los enemigos escondidos de siempre. Además -ponga atención- lo estafan descaradamente, le venden al doble de caro y lo zamaquean con cuotas de verdadero asalto. Y no hablemos de las famosas garantías extendidas por las que le sacan entre cuarenta y cincuenta soles por un servicio que jamas recibirá y que se lo cambian a conveniencia de la tienda que por naturaleza colonial siempre gana.
Le ofrecerán tres años de garantía y luego le dirán que esa prenda es solo por un año y el vendedor que lo clavó tan rico o ya no existe o se hace el desaparecido (tres años después bien podría estar en prisión) y cuando revisa el contrato de la dichosa garantía tiene unas normas ambiguas, mentirosas, elaboradas por uno de esos magos de la trafa que contratan estas empresas para sacarle hasta el último centavo sin que les tiemble la mano. En la sección SERVICIO AL CLIENTE encontrará unas posmas lamentables e indiferentes, escogidas por feas, y entrenadas a negar todo, con una cara de estreñimiento que bien podrían servir de ejemplo para las palabras del fútbolista Mario Leguizamón. Al tratarlas usted suscribirá las palabras del uruguayo .
Al final saldrá convencido que esos Grandes Almacenes tienen los mismos límites que las embajadas y que en ellas no hay ley peruana que penetre ni comprador nacional medianamente satisfecho. Basta tan solo con leer las cartas de los lectores a los diarios quejándose de los maltratos de estas tiendas. ¿ Y ASPEC ?. Bien gracias, deben tener su cuenta personal en esos locales para comprar un artefacto especial de patética inacción frente a tantas quejas. Lo primero que tendrían que hacer es construir un medio legal para que se devuelva el dinero pagado por las garantías extendidas ya que los contratos son viciados por una excesiva mala fé y para sus nuevas contrataciones exigir un documento claro, preciso y específico con las fechas de inicio y fin del servicio. ¿Esta pequeñez es mucho pedir? . No.
¿ Lo harán? Permítanme que me sonría. Cuando el Presidente de la nación le dice al pueblo que no vaya a ser que se molesten los chilenos nos manda una clave bien sencilla para descifrar: los empresarios chilenos tienen en el Perú patente de corzo. Hasta se les ha concedido la autorización para que funcionen como banco.
La respuesta esta en nosotros mismos: Empecemos por no comprar productos chilenos (su vino por ejemplo que es malísimo, un real bodrio) y luego, no adquirir nada en sus tiendas y sabotear mediante el no pago a estas empresas hasta que ceda y juegue con reglas claras y entienda que están aquí hasta el proximo gobierno como invitados,que este es nuestro país, que apenas logremos una dirigencia nacional con pantalones bien puestos los vamos a sacar hasta el hito donde se reunieron los payasos de sus congresistas con respaldo de la pindonga falseta que tienen como gobernante, y al primer puntapié van a terminar dándole tarjetitas de crédito a los pingüinos de la Antártida. Es una cuestión de voluntad, pregúntele a sus hijos si quieren un país ganador o uno al que le meten de a seis en todos los estamentos posibles del estado. Es hora de romper con la invisible cadena del consumismo que los explota con un descaro que bien podría interpretarse como desprecio.
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