martes, 24 de junio de 2008

DE NUESTRA PASIVIDAD ANTE EL MUNDO





Somos todos forros por Guillermo Giacosa (*)
El título de esta nota corresponde a una vieja y significativa expresión argentina que se ajusta exactamente a lo que quiero expresar. En el lenguaje de la calle, un 'forro' es un condón. Y, aunque tiene múltiples y ricas acepciones, la palabra forro se aplica a aquellas personas que se usan y se botan, como ocurre con los preservativos. Habla, de algún modo, del poco valor de los seres humanos a los que se refiere. Esta sociedad, sin estabilidad laboral, con menos seguridades que un lisiado haciendo equilibrio en la cuerda floja, nos convierte, automáticamente, en seres descartables, en forros. En realidad, desde una óptica filosófica y medidos en un tiempo cósmico, lo somos. Desde una perspectiva estrictamente humana no debería ser así, pues somos herederos de una solidaridad que permitió la supervivencia de nuestra especie y que debiera prolongarse para que nuestra existencia fuera menos dramática.
Lo intentaron algunos países ricos a través de Estado de bienestar pero sus logros, extraordinarios en materia humana, fueron desafiados por la irracionalidad de los postulados económicos y aquella experiencia, que fue un intento de humanización, quedó en el camino tildada de poco eficiente en la materia central que beneficia a las minorías y perjudica a las mayorías: la distribución de los bienes.
Vino esta reflexión a mí luego de que la prensa local se ocupara largamente de la muerte, por suicidio, del ex pianista de Ferrando y de la situación en la que vive otro pequeño ex ídolo de la televisión llamado Petipán, al que alguna vez tuvimos el gusto de entrevistar en el programa Informalísimo. Quisiera recordar que hay una gran cantidad de personajes de los medios de comunicación que, otrora queridos, hoy padecen no solo el anonimato (que es una forma de recuperar la calma) sino, también, de una dramática estrechez económica (que es una forma de caer en la angustia). Los comentarios de la prensa re-piten un lugar común: "ellos, que brindaron tantas alegrías al pueblo, hoy han sido olvidados". Es verdad, pero es una verdad que debiera servirnos para alimentar la reflexión sobre la sociedad en la que vivimos. Si aquellos que fueron famosos viven en el desamparo, cuál será la situación de aquellos a quienes solo conoce su familia y su entorno amistoso y que ganaron mucho menos que aquellos que sí pasaron por la TV. Tanto o más ruinosa que los ex astros de la 'pantalla chica' es la situación de inmensas mayorías que se esforzaron para sobrevivir y que, seguramente, contribuyeron a crear riquezas más significativas que las que deja la TV y hoy miran el futuro con una pensión de trescientos soles mensuales.
En lo único que hemos superado el feudalismo es que, en esa época, el señor feudal debía ser resarcido por la familia del siervo cuando este tenía la mala idea de morirse. Hoy, por lo menos y para demostrar que la historia avanza en un sentido 'positivo', la familia de los que fallecen no deben indemnizar a nadie y hasta pueden heredar los zapatos que el difunto dejará de usar.


(*) Aparecido en su columna del diario Perú21


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