viernes, 27 de junio de 2008

LA FILOSOFÍA ENTRE EL JEFE Y EL LABURANTE III






Empresas: una mirada con el ojo izquierdo (3)

por Guillermo Giacosa (*)
El estrés laboral genera un costo importante a las empresas pues aumenta las ausencias al trabajo y los accidentes en el mismo, disminuye la producción y, naturalmente, obra sobre la motivación individual y colectiva. Hay un primer tema generador de estrés que, por lo general, cuando se mira con el ojo derecho, se omite. Ese tema es la inestabilidad laboral. Esta inestabilidad, que los popes de la economía llaman "flexibilización", es un fantasma que roe el ánimo de cualquiera que no se sienta imprescindible. Es una presencia etérea que, en determinados tiempos del ciclo productivo, adquiere cuerpo y produce todos y cada uno de los síntomas que caracterizan el estrés. Con el agravante de que se trata de un estrés que la familia comparte por anticipado. Como su solución solo es política y la vigencia de los factores que lo determinan es parte inseparable del contexto actual, no hay estrategia que lo detenga, ni medicamento que lo cure. La única respuesta es acostumbrarse a convivir con él, como convivimos con tantas otras incertidumbres propias de la existencia. Para los otros factores estresantes sí hay respuestas, aunque casi siempre dependan de la trama interior de la propia empresa y del clima que en ella se respira. Surge aquí una buena pregunta: ¿el clima se respira? Sí, señores. El clima se respira. No me refiero a la atmósfera, cuya contribución a la respiración es obvia. Me refiero al clima emocional. Ese también se respira y, si bien no entra por los pulmones, impregna las partes más sensibles de nuestro organismo. El clima emocional puede ser tóxico o estimulante. Si es tóxico, envenena lentamente a quienes, inconscientemente, lo absorben. ¿Qué es un clima tóxico? Un clima tóxico es aquel que está cargado de tensiones por la presencia de situaciones irresueltas, por el maltrato que genera miedo, por los cortocircuitos en la comunicación. Los malos aires descienden de arriba hacia abajo y rara vez ocurre lo contrario. Un mal jefe es más contaminante que el más pernicioso de los virus. Su sola presencia aumenta la presión arterial y provoca un aumento de cortisol en el organismo de sus subordinados que termina no solo causando malestares pasajeros sino que llega, también, a debilitar el sistema inmunológico. No estamos hablando ya de un "mal momento". Hablamos de un momento que deja huellas y que, cuando se repite, puede conducir a patologías de diversa gravedad. Pocos son concientes de ese hecho.Estudios realizados en EE.UU. demuestran que en materia de accidentes cardiovasculares o cerebro vasculares, los subordinados superan estadísticamente en cuatro a uno a sus superiores. Por lo general, los encuentros entre superiores y subordinados provocan un aumento de presión arterial en estos últimos. Todo indica que las distancias sociales y jerárquicas anulan la empatía, que es la capacidad de sentir lo que siente el otro, y, por tanto, el vehículo para mejorar la comunicación, que es el motor de un clima emocional estimulante. El viernes próximo respuestas ante el estrés.

(*) Aparecido en su columna del diario Perú21

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