Empresas:
una mirada con el ojo izquierdo (2)
por Guillermo Giacososa (*)
El viernes pasado me referí a al-gunas de las condiciones necesarias para, humanizando las relaciones, hacer más efectivo el rendimiento laboral.
Mi experiencia me indica que la conducta humana está guiada por dos móviles fundamentales: sobrevivir y ser reconocidos. Lo demás, por importante que parezca, siempre estará supeditado a estas dos necesidades básicas. La lucha por sobrevivir la compartimos con las demás especies animales y con el mundo vegetal. Toda vida existente está dotada de mecanismos de supervivencia que podrían llenar apasionantes páginas sobre las exquisitas maneras que halló la naturaleza para que los seres vivos pudieran protegerse a sí mimos (a quienes interese el tema, recurrir a las obras de Vitus H. Dröscher). En cuanto a la búsqueda de reconocimiento, no me aventuraré a negarla en el reino animal, ni en el reino vegetal pues es tanto lo que ignoramos que no me sorprendería saber que animales y plantas tienen la misma necesidad. Carl Sagan (autor de la serie Cosmos) decía: "La ciencia de hoy es la superstición de mañana". Y cualquier adulto mayor que haga un repaso de su existencia podrá corroborar esta afirmación. Yo agregaría a lo dicho por Sagan lo siguiente: La superstición de hoy puede ser la ciencia del mañana. ¡Cuántas sabias advertencias del pasado fueron desechadas para luego comprobar la importancia que tenían! Y es por ahí por donde se cuela el tema vinculado a la empresa. El hombre primitivo vivía en pequeñas comunidades y el trato cara a cara era su constante. Comunidad era igual a seguridad y seguridad era igual a supervivencia. De allí que el destierro fue, durante mucho tiempo, el peor castigo que podía aplicarse a un ser humano. El ostracismo político practicado por los atenienses era pariente cercano a la muerte real o a la muerte moral que significaba perder el reconocimiento de los suyos. Ser reconocidos es, por su estrecho vínculo con la supervivencia, un sello de la especie humana que determina gran parte de sus conductas. ¿Qué otra cosa que una comunidad de seres humanos es una empresa?
Más allá de sus fines económicos es una comunidad de personas. Y una comunidad, para ser tal y para ser realmente funcional, debe reconocer a sus miembros. ¿Qué significa reconocerlos? En principio valorar adecuadamente su trabajo y darles la cuota de respeto que su dignidad humana requiere. "¿De qué me sirve, si al fin y al cabo, gano igual sin hacerlo?", puede preguntarse el empresario. No haré filosofía diciéndole que si degrado al prójimo me degrado a mí mismo. Pero sí le aseguraré que ganaría mucho más si no lo hiciera, pues está probado que el rendimiento laboral aumenta en la medida en la que quien lo realiza siente que su trabajo es debidamente valorizado y apreciado por sus superiores y por sus compañeros. Un clima emocional que funcione en torno al reconocimiento del valor del trabajo de cada uno, es un combustible superior a cualquier premio en efectivo. Hacerlo posible es apostar por el futuro.
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21.
------------------------------------------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario