Una causa busca un líder
por Rosa María Palacios (*)
Van pasando los meses de este gris, frío y húmedo invierno en Lima, y la ciudad, como dijo Borges, se ha convertido en un plano de mis humillaciones y fracasos. La garúa persistente, que no limpia y moja mal, cae sobre unas calles apestosas, polvorientas y despanzurradas para darles la bienvenida a una modernidad modelo APEC que no llega. Lima es hoy la ciudad más fea del mundo. Y a la comba de Castañeda Lossio se ha unido la de los ahora boyantes alcaldes distritales que rompen calles sin concierto alguno. Calles que permanecen, así, mostrando sus entrañas durante meses.
En cada vía rota hay un lindo cartel que no informa nada. Ni fecha de inicio, ni fecha de término, ni monto de la obra, ni nombre de los contratistas. Purita propaganda para el alcalde. ¿Dónde están, me pregunto, las cuadrillas de indesmayables obreros que, como disciplinados regimientos, avanzan a toda velocidad en turnos ininterrumpidos la reparación de las desaparecidas pistas? Apenas, aquí y allá, un solo turno mueve una máquina o repara una cañería. Todas las noches recorro la avenida Arequipa y jamás he visto un trabajador. Todos los días paso por la Vía Expresa y hace meses que desaparecieron.
¿Por qué los alcaldes hacen lo que les da la gana? Porque nadie reclama. Los vecinos no están organizados, los regidores están atados de manos para fiscalizar (unas curiosas licitaciones que ya habrá oportunidad de mirar con lupa) y los alcaldes distritales no nos defienden ante la municipalidad provincial porque hacen lo mismo localmente.
¿Exagero? Me dirán, y con razón, que toda obra pública tiene sus costos, pero que con el beneficio futuro de una mejor vialidad estos se pagan. Todos debemos colaborar, es cierto, pero no al punto de sacrificar nuestros derechos cuando existen alternativas menos restrictivas. ¿Algún alcalde indemniza por el daño causado a comerciantes y vecinos? Ninguno. Entonces ¿no es hora de decir hasta aquí llegamos? ¿Qué pasaría si los vecinos tomaran esas calles deshechas, por donde ya no circula nada, para protestar pacíficamente hasta que el alcalde responda? ¿Qué pasaría si los vecinos exigieran un acta de compromiso que incluya la exoneración del impuesto predial o de los arbitrios si el alcalde incumple el cronograma pactado?
Tenemos derechos. Acceso a la información, eficiencia y velocidad racional en la obra pública es lo mínimo que se puede ofrecer a un ciudadano. Los alcaldes, empezando por el mudo que gobierna Lima, no pueden ser reyezuelos que rompan una ciudad en simultáneo sin dar ni explicaciones, ni excusas, ni asumir compromisos. ¿No hay un solo líder político que no vea esta oportunidad servida?
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21.
Esta vez completamente de acuerdo con nuestra mas asidua lectora.
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