La inteligencia social del general Jordán
por Guillermo Giacosa (*)
Mientras seguía con preocupación los acontecimientos de Moquegua vino a mi memoria, a raíz de la actitud del general Alberto Jordán, una historia que Daniel Goleman (autor de La inteligencia emocional) relata en su nueva obra La inteligencia social.
"Un día, durante la segunda invasión a Irak de tropas estadounidenses, un grupo de soldados de ese país salió hacia una mezquita para hablar con el religioso principal de la ciudad. El objetivo era pedir ayuda para organizar la distribución de suministros de asistencia. Pero se juntó una multitud temerosa de que los soldados hubieran ido a arrestar a su líder espiritual o a destruir la mezquita. Cientos de musulmanes rodearon a los soldados, agitando los brazos al aire y gritando, mientras avanzaban hacia el pelotón fuertemente armado. El oficial al mando, el teniente coronel Christopher Hu-ghes, pensó rápidamente. Tomó un altavoz y le dijo a sus soldados 'rodilla en tierra', destacando que se arrodillaran sobre una pierna. Enseguida les ordenó que apuntaran los rifles hacia el suelo. Luego la orden fue: 'Sonrían'. Ante eso, el humor de la multitud cambió. Algunos siguieron gritando, pero la gran mayoría devolvió la sonrisa. Algunos palmearon a los soldados en la espalda, y Hughes les ordenó que se retiraran caminando despacio, retrocediendo sin dejar de sonreír".
La ingeniosa acción, dice Goleman, "fue el resultado de un despliegue vertiginoso de cálculos sociales tomados en fracciones de segundo. Hughes tuvo que percibir el nivel de agresividad de la multitud y qué podría calmarlos. Tuvo que apostar a la disciplina de sus hombres y a la fuerza de la confianza que le tenían. Y tuvo que apostar a que podría identificar el gesto exacto con el cual traspasar la barrera de la lengua y la cultura, todo lo cual terminó en esas decisiones instantáneas".
Y aquí lo más importante para la evaluación de las conductas: Goleman dice: "La autoridad bien disciplinada, combinada con la aptitud para comprender a las personas, distingue a los buenos funcionarios policiales y, por cierto, a los militares que se enfrentan a civiles con un alto grado de excitación". Seguramente Goleman hubiese hecho una evaluación diferente del comportamiento del general Jordán de la que hizo el presidente García.
Entiendo las diferencias entre las responsabilidades de un político en ejercicio de un cargo público y un científico especializado en neurociencias, pero todos, al fin y al cabo, trabajan sobre la misma materia prima que son los seres humanos. Y cuando ese es el tema debemos saber que estamos programados para conectarnos, para relacionarnos.
El diseño de nuestro cerebro lo hace no solo sociable sino profundamente volcado a profundizar el vínculo cada vez que nos relacionamos con otra persona. La formación militar o policial suele alterar esta tendencia natural, por tanto Hughes en Irak y Jordán en Moquegua, al evitar el enfrentamiento, son ejemplos de madurez emocional en los que predominó las tendencias más profundas, sensatas y biófilas de nuestra conducta.
Mientras seguía con preocupación los acontecimientos de Moquegua vino a mi memoria, a raíz de la actitud del general Alberto Jordán, una historia que Daniel Goleman (autor de La inteligencia emocional) relata en su nueva obra La inteligencia social.
"Un día, durante la segunda invasión a Irak de tropas estadounidenses, un grupo de soldados de ese país salió hacia una mezquita para hablar con el religioso principal de la ciudad. El objetivo era pedir ayuda para organizar la distribución de suministros de asistencia. Pero se juntó una multitud temerosa de que los soldados hubieran ido a arrestar a su líder espiritual o a destruir la mezquita. Cientos de musulmanes rodearon a los soldados, agitando los brazos al aire y gritando, mientras avanzaban hacia el pelotón fuertemente armado. El oficial al mando, el teniente coronel Christopher Hu-ghes, pensó rápidamente. Tomó un altavoz y le dijo a sus soldados 'rodilla en tierra', destacando que se arrodillaran sobre una pierna. Enseguida les ordenó que apuntaran los rifles hacia el suelo. Luego la orden fue: 'Sonrían'. Ante eso, el humor de la multitud cambió. Algunos siguieron gritando, pero la gran mayoría devolvió la sonrisa. Algunos palmearon a los soldados en la espalda, y Hughes les ordenó que se retiraran caminando despacio, retrocediendo sin dejar de sonreír".
La ingeniosa acción, dice Goleman, "fue el resultado de un despliegue vertiginoso de cálculos sociales tomados en fracciones de segundo. Hughes tuvo que percibir el nivel de agresividad de la multitud y qué podría calmarlos. Tuvo que apostar a la disciplina de sus hombres y a la fuerza de la confianza que le tenían. Y tuvo que apostar a que podría identificar el gesto exacto con el cual traspasar la barrera de la lengua y la cultura, todo lo cual terminó en esas decisiones instantáneas".
Y aquí lo más importante para la evaluación de las conductas: Goleman dice: "La autoridad bien disciplinada, combinada con la aptitud para comprender a las personas, distingue a los buenos funcionarios policiales y, por cierto, a los militares que se enfrentan a civiles con un alto grado de excitación". Seguramente Goleman hubiese hecho una evaluación diferente del comportamiento del general Jordán de la que hizo el presidente García.
Entiendo las diferencias entre las responsabilidades de un político en ejercicio de un cargo público y un científico especializado en neurociencias, pero todos, al fin y al cabo, trabajan sobre la misma materia prima que son los seres humanos. Y cuando ese es el tema debemos saber que estamos programados para conectarnos, para relacionarnos.
El diseño de nuestro cerebro lo hace no solo sociable sino profundamente volcado a profundizar el vínculo cada vez que nos relacionamos con otra persona. La formación militar o policial suele alterar esta tendencia natural, por tanto Hughes en Irak y Jordán en Moquegua, al evitar el enfrentamiento, son ejemplos de madurez emocional en los que predominó las tendencias más profundas, sensatas y biófilas de nuestra conducta.
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21.
Guillermo suele ser un tipo muy inteligente y concordamos con el siempre pero, aunque nos pareció muy humana y entendible la conducta del General Jordán, esta comparación es too much. Suave.
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