domingo, 1 de junio de 2008

DOMINGO CON BRUCE





En esta entrevista el sicoanalista Jorge Bruce pone, de alguna manera. en el diván al presidente García.(*)
Anuncios compulsivos muestran inseguridad
En entrevista con LA PRIMERA, el destacado sicoanalista Jorge Bruce hace un balance de la personalidad y las últimas actitudes del presidente García. Sostuvo, entre otras cosas, que el mandatario demuestra ser un anunciador compulsivo y que sus anuncios crean falsas expectativas en la población, las cuales pueden desencadenarse en frustración y, luego, en agresión.–¿Cuál es su opinión sobre los aires de superioridad del presidente García, que se demuestra por ejemplo en su insistencia en organizar los Juegos Olímpicos del 2020?–El presidente está en el pico de la euforia y carece de claridad en su rol de estadista. Creo que está bien motivar a la población, pero no ser un anunciador compulsivo de cosas insostenibles.–¿Lo hace por afán de figuración o quiere dar a la población la impresión de que gozamos de bonanza económica?–Creo que hay falta de mesura. Está creando expectativas infundadas que, a la larga, pueden desencadenarse en frustración. En psicología social, se aprende que la frustración acumulada desemboca en agresión.–El analista Carlos Reyna dice que no merece mayor atención por cada disparate que se le ocurre.–En parte tiene razón. Desde que empezó este gobierno, muchos hemos tratado de analizar declaraciones que no tienen ni ton ni son, como el anuncio de la organización de los Juegos Olímpicos. Cada anuncio es peor que el anterior y es absolutamente incomprensible que, luego de haber metido la pata con un primer anuncio (organizar las olimpiadas del 2016), ahora sale con otro, que también es un error. No podremos organizar las olimpiadas del 2020.–No reconoce sus errores…–Sí. Tiene una soberbia que le impide admitir sus errores y aprender de ellos. Vamos a cumplir dos años de gobierno y estamos en las mismas. A cada noticia de crecimiento económico, le siguen nuevos anuncios, algo parecido hacía Toledo. Cree que estamos en el mundo que él alucina; pero la realidad es muy cruel y cruda, el despertar puede ser una pesadilla. –¿A qué se debe la intolerancia del presidente García y su gabinete contra sus críticos?–Es el clásico pensamiento autoritario, maniqueo e intolerante. Órbita donde hay un pensamiento único y no admite pensamientos discrepantes ni réplica. El presidente está convencido absolutamente que la verdad y el pensamiento correcto lo poseen los que lo rodean. Esto es una muestra de una gran inseguridad porque sabe que la subida de popularidad no responde a esta supuesta bonanza. Entonces busca un chivo expiatorio y culpa a quienes los criticamos y hace una amalgama de toda la gente que se le opone.

DATO
Bruce dice que el presidente García y su gabinete, con sus ataques a sus detractores, expresan el pensamiento autoritario, maniqueo e intolerante que no admite réplica, ni un discurso diferente al suyo y, que en caso de no lograr su propósito, busca un chivo expiatorio. Concluyó que ello es sólo producto de una gran inseguridad.
(*) Del diario La Primera


De cóndores y ratones por Jorge Bruce (**)
Fue evidente, en la semana que pasó, el esfuerzo del Gobierno por poner en práctica su flamante estrategia de comunicación. El presidente, a la cabeza, se erigió en el Gran Motivador de la nación. "Somos cóndores, no ratones", dijo. En relación con las objeciones a la extemporánea idea de lanzar al Perú como sede olímpica, habló de apocados y deprimidos, los que juegan en segunda y tercera división (como si no jugar en primera fuera una condición denigrante o psicopatológica). Ya estamos habituados a estos exabruptos presidenciales y a su desmesura e intolerancia, la que parece haber contagiado a varios de sus ministros. Así, el de Agricultura llamó llorones a los críticos de las cifras de disminución de la pobreza anunciadas recientemente, que muchos han observado con incredulidad. Aquí se conjugan varias circunstancias. De un lado tenemos esa euforia, esa fuga de ideas, ese combate a la morosidad y a la depresión, esa prédica constante del ¡sí podemos! Es visible el esfuerzo del presidente por insuflar una dinámica ganadora en el ánimo de los peruanos. Lo cierto es que es comprensible y necesario el empeño en levantar la moral de los habitantes, pues el país depende en muchos sentidos de la confianza en el presente y el futuro del país. Sin estos factores, la gente no apuesta por su patria y sueña con emigrar, tendencia centrífuga que parece estarse revirtiendo entre los jóvenes universitarios, tal como lo muestra la encuesta del CADE estudiantil. Lo cual constituye, por cierto, una excelente noticia.Pero, del otro lado, y en simultáneo, está ese mal talante del presidente y buena parte de su gobierno con la crítica o el pensamiento discrepante. Ahí es donde la motivación falla y la comunicación se agrieta, revelando las dudas que lo carcomen por dentro. Es incompatible el intento de contagiar optimismo con la emergencia inopinada de ataques de malhumor e insultos a los opositores, o miradas asesinas a los periodistas que les formulan preguntas incómodas. Esta alternancia de la zanahoria y el garrote genera desconcierto y, en el fondo, es pues síntoma de inseguridad. Si el Gobierno está persuadido de la veracidad de sus cifras de disminución de la pobreza, por ejemplo, lo mejor que podría hacer es no solo tolerar la crítica, sino ser los primeros en exigir una comisión independiente que verifique la metodología y los resultados de esa evaluación, tal como ha propuesto el ex presidente Toledo. En vez de lo cual se le ha tildado de envidioso y llorón. Sean cuales fueren sus razones, tiene derecho a expresarlas. Lejos de acallar las voces disonantes descalificándolas, ya sea a través de sus voceros o la prensa del aplauso automático y monocorde, el Gobierno haría bien en escucharlas, discutirlas con altura (¿no éramos cóndores?) y, eventualmente, asimilar lo que de cierto haya en esa mirada distinta. Eso sí enviaría una señal de fortaleza, estabilidad y tranquilidad al país. En cambio, esa bipolaridad política, en donde se pasa de la euforia maníaca donde se cuelan propuestas megalómanas que son pronto desmentidas, a la ira con que se reacciona a los cuestionamientos, es más bien deprimente, ese estado anímico que tanto preocupa al presidente. Tanto él como su gobierno parecen olvidar que en una sociedad democrática hay lugar para todos, siempre y cuando estén dentro del ordenamiento legal. Para decirlo con sus propias imágenes zoomórficas, en un ecosistema son tan necesarios los cóndores como los ratones.

(**) Aparecido en su columna del diario Perú21
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