Espíritu de Lucho por Jorge Bruce (*)
Lo conseguido por Luis Horna y el joven uruguayo Pablo Cuevas en el Roland Garros merece las primeras planas y comentarios de una noticia de alta relevancia. La trascendencia de ese triunfo podría resultar opacada porque, en tenis, los dobles no atraen al público como los singles. En perspectiva, es una hazaña histórica. Desde 1972, ninguna pareja de sudamericanos había llegado a la final del torneo más importante del mundo en canchas de arcilla. De hecho, es la primera vez en la era Open que una pareja latinoamericana gana un título de Grand Slam. Para hacerlo, tuvieron que vencer en cuartos de final a la pareja norteamericana de los primeros favoritos, los hermanos Bryan, el equivalente a derrotar a Federer o a Nadal, o bien en fútbol a Brasil. Luego ganaron la final con una seguridad asombrosa y nervios de acero. A riesgo de detonar la volátil ira olímpica del Presidente, uno podría preguntarse: ¿es peruano Lucho? Porque, vamos, la verdad es que estamos más habituados a lo sucedido con la selección frente a España, donde nos encajan el gol a último minuto, que a ver a un compatriota apabullar a los segundos favoritos del torneo con una naturalidad pasmosa, en un escenario donde le tiemblan las piernas a los más cuajados. Más aún cuando era la primera vez que él y Cuevas jugaban en pareja (otro hito sin precedentes, pues es la primera vez en la historia del tenis masculino que dos jugadores se unen por primera vez en un grande, y logran el título.). Pese a ello, su dupla desplegó -con gran generosidad- sincronización, confianza y talento en el partido del sábado. "Juntos hicieron maravilla", titula el portal de ESPN. Eso es ganar con clase, conquistando los puntos con garra y velocidad, no esperando el error del rival, que casi no los cometió, por lo demás. Eso sí es pensar en grande.Nada de esto es consecuencia de la suerte ni de ocurrencias o improvisación criollas. A sus 28 años, Horna puede decir que su trabajo incesante, contra viento y marea, en un país en donde la carencia de estímulo al deporte es solo superada por el que no se proporciona a la cultura, dio su fruto más memorable. Cuando todo parecía indicar que su carrera había emprendido un declive sin retorno, metió un raquetazo formidable e inscribió su nombre en los anales del tenis. La vida da segundas oportunidades a quienes descreen del mito de Sísifo y vuelven a comenzar, sin desmoralizarse. En un deporte tan individual, podría chapar su cheque y decirse con todo derecho que el mérito es solo suyo. Pero no. Cuando empuñó el micro en la ceremonia de premiación, la voz se le quebró de emoción y agradecimiento tras decir que había sentido el apoyo cariñoso de los peruanos, como ahora sentía su alegría, aunque no estuvieran en las exclusivas graderías en el bois de Boulogne.No conozco a Luis Horna, pero creo tener ojo para la calidad de la gente. Por eso no me sorprendió que los comentaristas de ESPN dijeran lo mismo que su compañero, y con las mismas palabras: es un gran jugador y una gran persona. Ya sé, en estos tiempos narcisistas lo que cuenta es ganar a cualquier precio. Pero si esto se consigue dando una lección de humanidad que nos reconforta de tanta vanagloria y mediocridad en el deporte y la política, mejor. Si la selección de fútbol busca ejemplos de ética deportiva y espíritu de lucha, ya saben a quién acudir. Para mayor motivación, recomiendo visionar sus partidos parisinos entonando ese vals que arranca: "Sí, don Luis".
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21
--------------------------------------------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario