viernes, 6 de junio de 2008

IDIOTIZANDO A LOS DESPREVENIDOS



Indiana Jones por César Hildebrandt (*)
El canciller del Perú, don Joselo García Belaunde, recomendó ­ayer a los peruanos que no vean “Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal”, esa película que pinta a Pancho Villa hablando quechua y sobrevuela las lí­neas de Nazca con un fondo de ranchera.¿Es que acaso la aldea global, la wikipedia y la Babel de los moles que venden lo mismo en Karachi o en Budapest no invitan a ese cambalache ignorantón tan bien expresado por Steven Spielberg? Pancho Villa hablando quechua es como Sánchez de Losada nacionalizando el agua de La Paz mediante un discurso en inglés. O la uña de gato patentada en La Florida. O el puerto del Callao chilenizado y con flota mercante también de Chile rondando por sus ­atracaderos.Lo que quiero decir es que las barbaridades de Spielberg nos devuelven a la idea de que las identidades nacionales pasaron de moda y que ahora lo que importa es vender y que te compren en el gran mercado persa de los telecés y de las bolsas.¿Será cierto eso de que el cosmopolitismo fenicio borrará el ADN de los pueblos? Un internacionalismo de genealogía altruista –por lo menos en el discurso– fue el que ensayó el comunismo, fingiendo, con sus blindados a la cabeza, que Berlín estaba al lado de Siberia, que Praga era del Cáucaso y que Kabul era una provincia de Chechenia. Ya sabemos cómo terminó esa aventura de los Indiana Jones con pinta de cosaco y aires de “padrecito ­Stalin”: desmantelando a toda prisa las armas nucleares que fueron del frío a las palmeras cubanas y, más tarde, desmontando la mismísima maquinaria imperial “socialista”.Terminado el socialismo que andaba sobre orugas en la broma del castrismo hereditario y en el quinceañero del sandinismo que pacta con Arnoldo Alemán –vamos, es hora de una gran carcajada–, hoy la otra mafia, la del capitalismo manchesteriano, nos propone el último y definitivo borrón de fronteras. ¿En nombre de qué? Del libre mercado y de la democracia liberal.Yo firmaría ese contrato si creyese que el libre mercado existe y que la democracia liberal se vive en Wa­shington o en Roma. Pero todos sabemos que el mercado es libre y amplio para los poderosos y abreviado y tramposo para los países que salieron como comparsa en el casting de Spielberg. Y que la democracia es peor engaño todavía si consideramos que las corporaciones la han sodomizado y que es imposible concebir una democracia viva con medios de comunicación controlados por el dinero y con votantes embrutecidos por la desinformación. Tanto en Washington como en Roma la derecha más neander­thal intenta que no nos movamos y que todos miremos el pajarito para la foto del siglo. Tanto en Lima como en Ciudad de México, una variante de la resignación intenta decirnos que la hora de la pangea económica ha llegado y que con las recetas universales del Banco Mundial el futuro será otro.La verdad es que es muy difícil ser optimista en relación al futuro global. Es más, hay quienes piensan –me incluyo– que el futuro no tiene nada de global y que, tras el fracaso de las recetas únicas, volveremos con más rabia que nunca al mundo de las singularidades nacionales, a las uniones de pueblos más que de países y al fundamento de que el planeta es una suma de diferencias y no una fórmula algebraica que licúa fronteras y pasados colectivos.También hay quienes piensan –y me vuelvo a incluir– que ese mundo será mejor si le añadimos la tarea inmensa de construir una democracia de ciudadanos y no de peleles y un comercio mundial basado en el medio ambiente y en la equidad. Por ese mundo lo más alejado posible del herpes corporativo, sí que vale la pena luchar. Derrotado el socialismo farsante del comunismo, destinado al fracaso el “ideal” de Washington de imponer su Roma de Calígula como receta fried chi­cken, lo que queda por hacer es descomunalmente necesario y será hechura de pueblos liberados. Que en el camino los estalinistas se sientan nostálgicos recordando sus tanques y sus muros y callando la tragedia de Cuba, eso es un incidente menor. Menor y tragicómico.


(*) Aparecido en su columna del diario La Primera.

Las películas de Spielberg suelen ser muy entretenidas. Dan hasta para este muy interesante análisis del maestro César Hildebrandt y que para los despistados que son víctimas propiciatorias del bombardeo mental que sufren sin darse cuenta compren canchita y aumenten los millones de los productores de Hollywood. Sin embargo sería bueno extender este comentario con la siguiente explicación que nos resulta pertinente al caso:

Idiotización de la poblacion

OBJETIVOS
Impedir al publico el pensar y cuestionarse inteligentemente con preguntas sobre su condición, y sobre la manera como esta organizada y dirigida la sociedad.
Volver al publico mas fácilmente manipulable debilitando sus capacidades de análisis y de sentido critico


MEDIOS UTILIZADOS
Difundir masivamente programas TV debilitantes, alienantes
Inundar las informaciones y conocimientos importantes con océanos de
informaciones insignificantes.
Promover actividades de entretenimiento de masas alienantes
Promover el consumo de tranquilizantes y somníferos
Autorizar sin restricción el consumo de alcohol, y la venta a un precio asequible a los menos desfavorecidos.
Actuar de tal forma que la educación dada a los "niveles o capas sociales inferiores" sea la más pobre posible. Reducir el presupuesto de la educación publica, y dejar que se desarrollen en los establecimientos educativos condiciones de caos y de inseguridad que hagan imposible una enseñanza de calidad.
Limitar la difusión de los conocimientos científicos (en particular en las áreas de la física quántica, de la neurobiología, y sobretodo de la cibernética a la ciencia del control de los sistemas vivos o no vivos).Limitar también la difusión de los conceptos más poderosos concerniente la economía, la sociología, o la filosofía.

Hablar en publico de tecnología mas que de ciencia.
Si desean ir al cine, háganlo, pero con los ojos realmente abiertos.
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