jueves, 5 de junio de 2008

UNA PASTILLA PARA LEVANTARSE A MATAR




Vlad Tepes en versión Siglo XXI por Guillermo Giacosa (*)
El artículo de ayer se inspiró en esa sensación de estar sumergido en un cuento de ciencia ficción cuyo final presumo generándome angustia, pues me confirma la impotencia real de quienes solo disponemos del poder de nuestras ideas. El autor de la nota es Clayton Dach y en ella recuerda que las "anfetaminas y los militares se encontraron por primera vez en la Segunda Guerra Mundial, cuando el Eje y los aliados recibieron por igual tabletas de 'speed' (sulfato de anfetamina en polvo) para prevenir la fatiga en el campo de batalla. Sesenta años más tarde, la Fuerza Aérea de EE.UU. sigue repartiendo dexanfetamina a pilotos cuyos deberes no permiten el sueño. En el caso del 'speed', la propia DEA señala unos pocos tropiezos indeseables como adicción, ansiedad, agresión, paranoia y alucinaciones. Para encarar efectos colaterales como insomnio, la Fuerza Aérea entrega 'no-go pills' (píldoras de pasividad), como temazepam junto con sus 'go-pills' (píldoras de acción)". No hace falta saber medicina para imaginar los resultados desastrosos que estos estimulantes y depresores tienen sobre los soldados. "En los últimos años, EE.UU., el Reino Unido y Francia -entre otros- han estado financiando investigaciones de una nueva generación de potenciadores del rendimiento militar". La nueva estrella son los "profilácticos psicológicos: drogas utilizadas para prevenir los efectos desagradables del estrés en el combate sobre los soldados, particularmente ese perenne espantajo de los veteranos conocido como trastorno por estrés postraumático (TEPT). En EE.UU., donde aproximadamente dos quintos de los soldados que vuelven de la acción militar presentan serios problemas de salud mental, el TEPT se ha convertido en un tema político". Ahora usan propranolol, que tomado antes de la batalla o de cualquier otro evento angustiante "puede suprimir la reacción de estrés de la víctima y bloquear efectivamente el proceso psicológico que hace que ciertos recuerdos sean intensos e intrusivos". Lo llaman 'píldora del día después', "sobre todo por los que argumentan que su uso militar equivale a eliminar los remordimientos de conciencia". Los conflictos futuros "serán guerras de guerrillas, sin fin, sin líneas de frente, sin reglas de enfrentamiento y con poblaciones civiles ambivalentes o abiertamente hostiles en las que cualquier hombre, mujer o niño puede convertirse en combatiente". Se necesita, pues, engendrar un soldado para ese tipo de guerra y, para ello, es imprescindible blindar la sensibilidad humana del combatiente. Admitirlo significa admitir una renuncia lisa y llana a todos nuestros valores y una burla a las leyes de la guerra y a todos los tratados internacionales suscritos sobre ella.
Regresamos así al tiempo en que Vlad Tepes (el Drácula original), que empalaba pueblos enteros ante la indiferencia o el entusiasmo, vaya a saber, de sus tropas.
Entraremos, dice el autor de la nota, "en el reino de lo sobrehumano", a lo que agregaría que lo peor es que lo haremos por la peor puerta y sin conocer la salida.

(*) Aparecido en su columna del diario Perú21
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